miércoles, 22 de agosto de 2012


LA LIBERTAD

La esencia es lo que en las cosas es permanente e invariable y en el ser humano lo esencial es su facultad de ser libre. Es la libertad lo que le permite construirse a sí mismo a cada instante y desarrollarse en un constante proceso de mutabilidad.

La libertad le permite al hombre actuar según su propia voluntad para perseverar en el intento incansable de ser coherente con sus ideales y acciones.

Charles Taylor, en su obra “La ética de la autenticidad”  propone un ser  humano obediente a su propia ética, un ser capaz de marcar sus propias pautas y dejarse guiar por ellas. Determinar sus propios rumbos es parte importante de su autonomía.

Ser libre es tener la respiración al ritmo de los deseos intrínsecos, de los sueños más íntimos, es poder luchar por alcanzar los objetivos inabordables a los que la necesidad más pura nos incita a penetrar.

La libertad nos permite transitar la vida sin ataduras, y la razón de lo valioso de esta virtud es el sueño irrealizable de volar que se cumple al poder la mente despegar y llegar muy alto cuando el hombre cuenta con la libertad de vivir desarraigado de preceptos y moldes.

En consecuencia, al ser libertad una facultad esencial, depende del mismo ser humano cultivarla y profesarla.

A continuación se presenta un texto del uruguayo Eduardo Galeano, cuya idea de ser libre trasciende las barreras de la prisión con la inocencia y la fortaleza de tener a la libertad en lo más íntimo del ser.

1976, EN UNA CÁRCEL DEL URUGUAY: PÁJAROS PROHIBIDOS
Eduardo Galeano
Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.
Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe  un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.
Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:
-¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?
La niña lo hace callar:
-Ssshhhh.
Y en secreto le explica:
-Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.

Despedida

El cielo de la añoranza me cubre, una dicotomía entre calidez en la piel y un frío que penetra hasta los huesos, se va pintando un lila suav...