lunes, 16 de septiembre de 2013

El arte es la excusa



Esta garúa es lo que soy: el devaneo de una llovizna. Mi tormenta tiene de vos unas gotas que llueven sin nube.

Nunca sentí mi rincón tan distante, tan lejano aunque lo habito (si es que habitar es estar sin estar). Aprendí de tu arquitectura a desplegarme en espacios de equis, ye y zeta, aunque me importa poco entender dimensión alguna. Desde acá se escucha tu imagen y se mira de cerca tu voz. Si cantas o no cantas, de eso no soy testigo, es sólo una sospecha, letargo o duda. No existe un abismo tan hondo como la nostalgia, la gravedad en la cual suelo caer es innegablemente una mentira que me ubica en el espacio donde con todo y guitarra la música penetra y rasga dos veces la misma canción.

Alzo los ojos pero la mirada permanece caída, para levantarla está el espacio que me cedes con dos horas a la semana y una cita por mes.

Gracias por trazar partituras con los fluidos del cuerpo y hacer música con cada víscera, las figuras del pentagrama no alcanzan a advertir la celeridad de tu mente. Gracias por el vino que gira en la copa sin que la torpeza de mi lengua pueda indagar la redondez de las uvas. Gracias por los segundos en que a velocidad atiendes y desatiendes mis rasgos. Gracias por danzar mientras caminas a mediodía. Gracias por las fotografías equilibradas y la poesía que mi caos absorbe. Gracias por enseñarme a escribirte cuando no te puedo ver. Gracias por resurgir en mí la efusión de vivir haciendo del arte una excusa.



Arte y piel

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