jueves, 28 de noviembre de 2013

miércoles, 27 de noviembre de 2013

jueves, 14 de noviembre de 2013

Corazón hielo



Había una vez, como en cada cuento, pero ésta fue una vez en que en fui a parar en un lugar realmente muy pero muy lejano.

Y tenía frío…

Mis pies gritaban: -¡Estas medias no abrigan!
Y la medias respondían: -¡Mi lana de alpaca es de la mejor calidad!

Yo no dudaba de que ambos, pies y medias, tenían razón, sólo cambiaban sus puntos de vista, pero todos coincidímos sólo en que el frío estaba descargando sus latidos de hielo.

Mis manos no decían nada, hace poco sus guantes perdieron una puntada y no querían herirlos más, pero el frío entraba entrededos y los dedos ya casi no podían parar de moverse en un gesto que los grandes llaman tiritirititar.

El frío estaba por doquier, aún debajo de las cobijas, la solución era el fuego, pero a él no me suelo acercar por las chispas que saltan sin avisar adónde.

Pero el frío, de quien huíamos se sentía apartado de todo, decidió buscar hogar y por largo tiempo vivía en mi apenado pulmón izquierdo, que estaba afligido porque la tristeza vivía ahí desde hace algunos años, sus frecuencias, las de ambos, frío y tristeza, iban tan bajitas que pudieron convivir y flotar juntas y, por supuesto, tiritirititar.

Ahí se alojaba el frío porque al menos había calma, los pies siempre con sus quejas eran la puerta por donde el frío entraba para escuchar la acompazada música del corazón que vivía muy cerca.

-¿Por qué no amas?- preguntó el corazón a un ritmo suave -En el amor vive el calor, se vive ahí abrigadito, como con un poncho de lana de borrego-

(La lana de alpaca protestó)

-Los abrazos me sobran, porque acá no los uso- le dijo el frío al corazón.

-Abrazame a mí- dije yo… y empezamos a sentir un leve calorcito. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Recorriendo el mundo con la alegría de los niños


Junto al lago aprendí el idioma del árbol, cada noche podía soñarlo porque quería contarme una historia. Supe después que era una mujer y que sus frutos eran dulces claudias mucho antes de que olvidaran darle agua y cariño.

Ahora se siente sola y débil, por eso mi burro y yo la visitamos muy seguido para contarle nuestras historias de viaje. Vive muy distante, pero vivir ya es bastante, aunque fuera cerca o lejos.

Mi burro camina muy despacio y quien lleva la carga soy yo, pero él me escucha y escuchar ya es bastante, aunque entendiera poco o nada.

Junto a Pepe, mi burro, escribimos en libros de la imaginación, los diarios del mundo que recorremos.

A mis preguntas y comentarios responde y opina así:

-Hannnnn ih hann ih hannn… Brrrrffff.

Aprendimos con el tiempo a llevar siempre poco y a necesitar cada vez menos. Mientras más conozco, menos me falta.

Experimenté cómo es guardar toda mi historia en dos maletas, a recomenzar dondequiera y ahora sé también que empezar de cero, no significa de cero realmente.

Bajo la montaña aprendí el idioma del viento, podía soñarlo y me decía que a veces es mejor callar, un voto de silencio puede guardar energía cuando el sendero no es fácil.

El silencio o la verdad son las dos únicas posibilidades, ninguna otra podrá ser contemplada para viajar en un camino con luz.

Dice el viento, en tono bajito:
-Sssshhh… Es mejor callar y sutilmente mirar…

El pintor se alegra con el comentario, porque al caminar le ilusionan los colores. Andariego con su pincel y su pluma, va contándole al papel la belleza de su corazón noble, que puede hallar la belleza de lo simple. Él recorre los paisajes y los pinta, yo recorro sus obras de arte y sueño despierta mientras paseo en ellos.

Hace años vivió mi burro en Malacatos, le gustaba la cachaza y la melaza del mismo trapiche donde la señora Petito y el abuelito Segundo compraban la panela para endulzar el café que ella cosechaba para tostar, moler y hervir.

Sabemos todos, por el aroma que perdura, que a la sombra de frondosos cafetales él le pidio que lo aceptara como esposo y ahí es donde se enamoraron hasta hoy y para siempre.

Tomamos café juntos, yo no puedo verlo, porque no todo puede ser visto con los ojos, pero está ahí bebiendo de su taza un café bien caliente, como le preparaba ella con sus manitos de papel de seda.

Mi burro y yo, en los caminos del mundo, encontramos a quienes no creen en el amor para siempre, por eso preferimos a veces saborear las conversaciones del árbol, las conversaciones del viento, ellas, ambas majestuosas señoras, creen en todo menos en los límites y saben que el mundo es uno sólo y que somos de todas partes.

Cuando visitamos a Sebastián, sabemos que hay lugares a los que siempre anhelamos volver. Él nos enseñó que cada puente es una oportunidad para pedir un deseo, nosotros no pedimos ni tanto mucho, ni tanto tanto, ni tampoco tan poco. Y cuando le preguntamos qué hace el sol ahí tan alto, nos dice que es para que cuando llueva los arcoiris puedan florecer. Así, aunque no estamos cerca de las personas que tanto queremos, ver esos colores es como darse un abrazo casi en persona.

Ser niño es un misterio, cuánta sabiduría guardan en sus soles grandes de mirar.

Tenemos pies (patas) y corazones que recorren el mundo, por dentro y por fuera, de ida y de vuelta, con y sin un rumbo y sin límites de tiempo.

Ya nunca suspendemos un viaje que nos dice el corazón, porque los destinos no deben cambiarse arbitrariamente, aunque haya una parte que se deba dejar para poder partir.

Dice el árbol:
-Pierde nomás tu brújula, el camino está ahí, cada quién tiene su pena, cada quien tiene su alegría. Los viajantes, aunque salten el charco o se suban a un pájaro grande, no cortan sus raíces: las expanden.

-¿Cuánto falta? ¿Ya llegamos?- Preguntaba siempre, pero ahora sólo quiero descubrir el enigma del camino: ¿por qué de ida es largo y de regreso es corto? Eso a Pepe, mi burro, le tiene sin cuidado, no quiere dejar la aventura para que todo vuelva a ser lo mismo, él va libre de apegos aunque no haya siempre la certeza de volver.

-Hannnnn ih hann ih hannn… Brrrrffff- se despide rumbo al país de los molinos de viento.

-Volverán breve- nos dicen y nos abrazan hasta la próxima vez.






Arte y piel

Hace unos 20 años la asociación de dermatólogos organizaba en Quito un Salón de arte y piel, mi obra ganó una mención honorífica "por p...