jueves, 29 de abril de 2010

Tengo suerte

Tengo suerte:
Las palabras me salvan.

Las palabras me rescatan
de la asfixia del silencio,
de la soledad, del desconcierto.

Las palabras me acogen
en su túnel incierto.

Y ellas me defienden
de los monstruos internos.

Las palabras me sostienen
me nutren, me resisten,
me preservan del vacío,
de lo etéreo.

Las palabras me salvan:
Tengo suerte.

miércoles, 21 de abril de 2010

“Los espacios sensibles de Marruecos”




Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Quito, 20 de abril de 2010
Vanessa Padilla

Los escenarios

Antes de empezar cualquier recorrido creo que uno debe asumir que los 360º de nuestro planeta son un ángulo que hay que desmenuzar, y desde arriba descubres que el mundo es un land-art maravilloso.

Ese tejido de luces que se ve en picada, más las nubes, el color del cielo y del océano… el paisaje en fin, constatan que el autor de esa maravillosa obra sólo puede ser uno. De ley Dios existe.

Es que hay una perfección en cada cosa, hay una geometría de los sentidos, sí hasta las nubes tienen un punto de fuga, yo lo vi.

El escenario principal que es motivo de esta conversación es, por supuesto, “Marruecos (Al-Maghrib)”, y vamos a andar por ahí, recorriendo ciertos rincones como: Casablanca, Marrakech, Essaouira, Fès, Beni-Mellal y Tánger, pero desde una experiencia subjetiva, porque no se me ocurre que haya otra manera de hacerlo.

El primer contacto fue virtual, fui invitada a participar en un proyecto que nunca funcionó, al igual que todos los proyectos que por necedad emprendía con ella, pero ese fracaso fue muy útil porque se convirtió en un importante nexo para empezar desde lo intangible a fascinarme con toda esa diversidad “mística, religiosa, contextual”.

Pero cuando el recorrido trasciende los límites del monitor y ya es andando por esas calles y callejones con pies propios, se puede sentir en un sólo segundo mil quinientas rupturas.

Todo se rompe… todo.

Lo cultural, que viene tan adherido a uno, termina resquebrajado. Porque se escribe de derecha a izquierda, porque cuando atardece el sol no se oculta en el mar, porque su fonética abarca lo que en el español nunca suena, o simplemente porque se siente distinto, huele distinto, se ve distinto, y podría decir que se toca distinto, pero allá casi no se puede tocar y esto lo digo con ironía porque el contacto físico es “forbiden”.

Mejor dicho, las rupturas son todas, (lo cual era mi fiesta interna).

Junto al Atlántico está Casablanca, es bella, grande, y puedes tardar la vida entera que no terminas de recorrerla, cuando vuelves donde ya estuviste… sigue siendo la primera vez.

Marrakech tiene las serpientes que bailan, es el lugar de la euforia, pero no es sólo lo exótico, además el color cálido que por ley pinta la ciudad, hace que ese calor se te introduzca y perdure.

Essaouira, no puede ser real, estás ahí y piensas: -¿será que todo esto es cierto? A esta ciudad no hay cómo describirla, lo siento, sólo puedo decir que las ventanas celestes se funden con el cielo, porque sin duda son su continuación.

Fès no se detiene, su Medina suena, suena, y debes agacharte para atravesar los callejones angostos y las puertas pequeñas que remiten a “La espuma de los días” de Boris Vian, aquí está la geometría de lo cotidiano, el equilibrio de su arte y su tradición, están los espacios abiertos para que te sientes a observar el cielo… porque no puedes dejar de mirar el cielo.

Beni-Mellal, es un espejismo a pocas horas del Sahara, con castillos y vertientes de agua; es donde descubres que no es justo transgredir de la religión sus normas. No puedes tocar, ni besar, entonces toca elegir entre el deseo o el respeto, y es este último, el respeto, una manifestación de amor… y de más deseo.

Finalmente, a esta ciudad a la que los árabes llaman Tanja, la describe mejor Oliverio Girondo, en su poema “Tánger”.

Acá les traigo un fragmento para que la puedan visualizar:

“Calles que trepan,
Titubean,
Se adelgazan
Para poder pasar,
Se agachan bajo las casas,
Se detienen a tomar el sol,
Se dan de narices
Contra los clavos de las puertas
Que les cierran el paso.
(…)
Mientras afuera
-al resplandor lunar-
las palmeras que emergen de los techos
semejan arañas fabulosas
colgadas del cielo raso de la noche.”


Los apegos

En Marruecos cuando buscas un baño, simplemente dices: -¡toilette! o -¡pis! (puedes incluir el gesto universal de entrecruzar las piernas y mecerte), y ellos seguro te indican por dónde debes ir… y llegas.

Luego abres la puerta y espontáneamente dices:

- Ele mierda ¿y el toilette?

Nadie te advierte antes en qué consiste eso que ellos llaman “toilette baldiya”. Con dudas, entras a investigar, porque además necesitas el baño, y ahí te toca sacar tus propias conclusiones.

A ver, capaz esto es para poner los pies… y este agujero… entonces te pones en cuclillas y ya…

Cuando terminas dices, (pero esta vez con más incertidumbre que espontaneidad):

- Ele mierda ¿y el papel?

Ahí deduces que el balde de agua y el jabón no pueden estar ahí por azar… y te toca usarlos. Te lavas nomás.

La cara de signo de interrogación con la que sales la primera vez del “toilette baldiya” no se compara con nada, y no pueden ellos saber cuán difícil y extraña resulta esa primera vez, simplemente porque es diferente, bien diferente.

Todo lo distinto que encuentras en lo cotidiano es asombroso y te obliga a despegarte de lo normal, me refiero a lo que para nuestro contexto es normal.

Ponerse en cuclillas y usar agua y jabón es sólo una parte de todos esos cambios que provocan ruptura, una muy fresca ruptura, porque es maravilloso entender que todo puede ser completamente distinto a lo que tenemos preestablecido.

Imagina que al momento de comer retiran la mesa, “eeh”, sí, para asentar la comida sobre la alfombra. Por supuesto, comiendo sin cubiertos no sólo mis manos, sino “de pies a cabeza” me embadurno hasta aprender a hacer bolitas con el “cous-cous” de los viernes que más que un plato tradicional, es un símbolo de igualdad. Del mismo recipiente comemos: el director, el conserje, el jefe, la empleada, la dueña, el que cruzaba la esquina, el ex-novio y la extranjera; comemos todos de ahí para compartir entre “iguales” esta comida deliciosa (benin) que nos servimos en el nombre de Alah.

-“Bismilah” decimos para cubrir de bendiciones el alimento y “Bsaha” significa buen provecho.

Todo es tan sorprendente: el mirar a las mujeres veladas, el no saber si se puede dar la mano al saludar, el no saber si esa música es para bailar, o qué pasa cuando en toda la ciudad se escucha en altoparlantes a alguien recitando el Corán, el no saber si se puede usar la cuchara o cómo se hace para armar esas bolas de comida y además con una sola mano, el no saber si se puede tocar el agua de las fuentes, si hay cómo mirar a los ojos, el escuchar permanentemente un idioma del cual no se puede deducir nada, el observar esa manera histriónica en la que, sobre todo las mujeres, se expresan. Todo es tan teatral, es que como parece un sueño sólo sigues el ritmo y te dejas llevar: te abres a la experiencia, porque sí, porque parece el mundo al revés, pero tal vez nuestro mundo es el que está loco. Todo eso incierto es al principio una angustia pero es después una certeza de que algo te va a sorprender y siempre es una sorpresa buena.

Todo es tan distinto que casi no se entiende nada ¿Pero qué importa no entender? Cuando leo a Borges tampoco le entiendo, y era frustrante al principio hasta que aprendí que entender no importa, existen otros niveles de percepción más allá de la conciencia y en ellos el mundo tiene su propio lenguaje, entonces ahora puedo saborear a Borges, y puedo relamerme Marruecos, porque ya nada consiste en estar o no de acuerdo, en cuestionar, en juzgar, en conceptualizar, es decir, en hacer todo lo que en la academia nos enseñan para castrar a la obra de arte.

Acá se vuelve tan simple como bailar al ritmo que sus palmas, sus gritos, sus plegarias y su andar, van trazando, porque ponen un compás para que yo simplemente dance, o flote, que este caso era indistinto.

Entonces, recordando el poema del “Espantapájaros” sé que yo habría podido gustarle a Girondo, porque eso era como volar.


La interacción

El saludo es un canto de paz, “Salam alekom”, que la paz sea contigo, que la paz esté en ti, que la paz llene tu espíritu.

Cada palabra grata con la que interactúan incluye un gesto, un gesto hermoso que es mi favorito, la mano en el corazón, es decir, un Shoukran, que significa gracias, es un Shoukran de corazón.

Algo que sí puede parecer difícil es la comunicación, en varios momentos me sentí perdida, y lo estuve literalmente.

Un amasijo de idiomas, entre los legitimados del lugar: árabe y francés, de los cuales al principio yo no sabía nada “walo”; más un inglés “wharever” y un español con quichua que un poco ayudaron, dos que tres palabras en alemán y todo eso mezclado parecía a veces una broma, pero salvaba.

Podía escucharme a mí misma balbucear cualquier idioma y mi cuaderno tiene apuntes que sólo al revisarlos para preparar esta exposición me pude percatar de que ahí están también entreveradas las lenguas. Porque se escribe como se siente y podemos preguntarle al poeta para constatarlo.

A veces el voto de silencio no era deliberado, sin embargo, lograba despertarme un habla silenciosa, cautelosa y pertinente, algo que nunca antes tuve, una conversación con mis adentros, una búsqueda espiritual.

Sin palabras también es posible la interacción, con mímicas y movimientos, jugando caras y gestos como en la infancia, para intentar un acto comunicativo, o dibujando en el aire o en un papel. Las palabras dejan de ser imagen y sonido como yo pensaba.

Tomar un tren para desplazarme de una ciudad a otra era una proeza, cuando debía hacer trasbordo en alguna estación sólo podía… respirar profundo, y es que el ticket estaba en árabe, y los anuncios también. Pero me dejé llevar por la inercia y estuve siempre, no sé cómo, en mi destino; sintiendo a cada momento del trayecto que ya llegué, porque el fin no está en arribar a una nueva ciudad, el fin es justamente hacer el recorrido. Y vamos descubriendo que en el trayecto de buscar felicidad, en el país que sea: hemos llegado, vamos llegando y llegaremos.

Entendí que una sonrisa, una mirada a los ojos y la mano al corazón son el verdadero idioma universal.

Puedo vivir ahora la experiencia de la vibración de las palabras, el sentido que puedan tener no son precisamente parte de mi búsqueda. Entonces las palabras empiezan a tener una significación más allá del concepto, porque la comunicación se da ya no por lo que las palabras quieren decir, sino por la intención y el gesto con que son pronunciadas y llego a oír como música incluso mi propio idioma, ya no lo comprendo, sólo lo escucho, lo percibo.

Llegué a tener una conexión tan fuerte con uno de mis amigos, que él hablaba en árabe y yo respondía en español, y ambos, sin saber el idioma del otro, sabíamos perfectamente lo que nos queríamos decir, entonces entendí que toda la teoría que yo misma daba en la clase de semiótica debía ser reestructurada, y que la teoría es sólo eso, pero el mantener una conversación esencialmente con vibraciones sólo puede darse entre amigos de mano en el corazón, incluso si fuera en el mismo idioma, porque hablar la misma lengua no garantiza nada.

El cuerpo entero se convierte en caligrafía, vas dibujando con él las preguntas y las respuestas, el no poder tocar extrañamente te hace sentir que tocas. En esto no hay distancias ni apegos, es como agua, que fluye. Las caricias se reemplazan con otro tipo de caricias sin tacto, pero esta parte tampoco la sé explicar, ni aunque use mi muy decidora mezcla de idiomas.


La frontera

Las fronteras son construcciones mentales como el tiempo, un invento que nos limita. Ni la religión, ni el idioma, ni la economía, ni la ideología, ni la geografía, alcanzan a ser una frontera real.

No comparto la religión islámica, ni la católica, ni ninguna otra, mas las respeto (con la mano en el corazón), y asumo que soy parte de un espacio terrestre, es decir, no importa de donde provengo, no importa el género, no importa la edad (ojalá en esta universidad entendieran eso), importa el aquí y el ahora, las fronteras del espacio y el tiempo están anuladas.

Existen 5 horas de diferencia entre Ecuador y Marruecos ¿a dónde se va ese tiempo abstracto y mentiroso que se esfuma mientras vas en el avión? no me puedo proponer ir en búsqueda de cada minuto, porque los necesito para comprender si hay una frontera entre el yo y el otro.

Sólo puedo afirmar que yo soy Vanessa Padilla, o, Vanissa Padila, y eso es todo. Mas no necesito definirme, necesito ser. Y ese es el detonante que hace que la frontera entre el yo y el otro se disuelva.

No hay frontera entre ser artista y ser persona “In Shaa Alah” (ojalá), no debe haber una frontera interdisciplinaria, sólo hay la frontera de los límites de la personalidad y esos ya dependen de cada uno. Hay que aprender que todo es agua. Y que las únicas fronteras que sí existen y que son casi palpables, son las de nuestras propias limitaciones.

Tenemos la costumbre de preguntar de dónde somos, entonces uno responde de acá, o de allá, de cualquier parte del mundo y resulta que aunque estuviéramos en un lugar distinto al de donde hemos nacido, se puede sentir que somos de donde estamos. Así sentí yo en Marruecos, nunca me sentí ajena, las personas que me rodeaban me ayudaron a mimetizarme, tal vez no tanto físicamente, pero mi corazón no podía dividirse, sí, soy ecuatoriana pero también soy del mundo, mejor dicho “soy”…

Otro de mis amigos decía que soy “Una marroquí que no habla árabe”, o una “ecuarrocan” que para él es un híbrido entre ecuatoriana y marroquí. Además el caos, el desorden, el olor a meado, los dos intentos de asalto, la afectividad desbordante, la belleza del cielo, las palabras nuevas, los niños con los que jugué, y los hombres de los que no me podía enamorar, me hacían sentir como en casa. Todo es tan distinto, eso ya lo dije, pero al mismo tiempo tan igual.

Entendí que puedo ser otra, es decir, yo misma; que puedo encontrar mi esencia en cualquier vestuario, que lo que importa está en la actitud, en la intención, en la energía, en el espíritu.

En una de mis meditaciones junto a una vertiente de agua, vino una tristeza, una pequeña tristeza, la de ser tan lejana y a la vez sentir todo eso tan propio, era como una nostalgia anticipada o una confusión emotiva.

Pero afortunadamente no necesito ni espero nada, entonces, todo es como tener los pies listos para bailar al ritmo que la música te da.


La religiosidad y la vida cotidiana

Día a día se puede percibir la presencia de la religión en cada acto, a cada instante, con todo el fervor.

Islam significa, entre otras cosas, paz, pureza, sumisión y obediencia.

Para mí, desde el ser no-religiosa, toda esa intensidad sería mejor sin tanto sometimiento, lo cual es sólo una muestra de mi ignorancia, porque no es justo hablar sin saber.

La religión está presente en todo, desde el acto más íntimo hasta el más social. La higiene, el comportamiento, la disciplina. Ya quisiera yo tener normas auténticas para conducir mi vida mosiba, es decir, caótica.

Y compartir el espacio con personas que conectan su espiritualidad con su pensamiento y sus acciones, es simplemente una fortuna. Un regalo de Alah y una lección de vida.

Todo el prejuicio que se tiene con respecto a la poligamia, el terrorismo, el machismo, son parte del no saber.

Recuerdo a aquel chofer que por 6 horas conducía su bus en medio de un paisaje que sobrepasaba lo bello, lo zwin, tal vez, por la rutina, no tiene ni idea de cuán afortunado es al poder respirar cada día el aire de la belleza, de la pacha mama, que significa lo mismo allá o acá, aunque no tenga el mismo nombre, porque allá o acá la belleza es un milagro.

Y yo sé que difícilmente podría haber vivido una experiencia mejor, si era mejor yo explotaba porque no puede caber en mí más sorpresa y beatitud. No cabe.



sábado, 17 de abril de 2010

"Los espacios sensibles de Marruecos"

Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Facultad de Arquitectura. Martes 20 de abril de 2010 a las 18:00. Quito-Ecuador

martes, 13 de abril de 2010

Recital de poesía

Foto: Danilo Vallejo. (Efraín Jara y Vanessa Padilla)

Recital de poesía con Carlos E. Jaramillo, Efraín Jara I. y Raúl Arias, el miércoles 14 de abril, a las 18h00, en el auditorio de la FLACSO. Direción: La Pradera E7-174 y Almagro
Quito-Ecuador

No tienes que huir, me dijo


Es grave pensar que las relaciones que objetualizan a los seres pueden tener sentido, tuve a alguien que me confundió con pañuelo, y yo me confundí también (eso fue más grave).

Entonces sequé muchas lágrimas, y fueron tantas que llegué a no poder distinguir entre aquellas ajenas con las de mi autoría, era como si todas me pertenecieran porque el dolor estaba ya sumergido, qué habilidad la de esparcir por doquier los pequeños fragmentos de bajaestima causada por dependencias sexuales no resueltas.

Pero la tristeza ajena debía tener un límite. El sabio me dijo: -Tú no tienes que huir, ella se irá- hasta que por fin se fue. uffffffff!

Y simplemente apareció un nuevo camino, el de las puertas que se abren solas, el de la gente que no objetualiza, no manipula, no lloriquea, no busca una santidad de caricatura. Se abrió el camino en el que no hay que huir, quienes no deben estar se van. Se van después de haber aportado tanto, aunque no tanto (ya ni sé).

Tener lágrimas menos por causas ajenas es una puerta abierta a las alegrías propias.

Arte y piel

Hace unos 20 años la asociación de dermatólogos organizaba en Quito un Salón de arte y piel, mi obra ganó una mención honorífica "por p...