La apatía no es violencia, pero cómo duele.
miércoles, 30 de agosto de 2023
lunes, 28 de agosto de 2023
"La vuelta al día en ochenta mundos"
"La vuelta al día en ochenta mundos" es una de las tantas maravillas que Julio Cortázar ha escrito.
En el siguiente enlace podrán encontrar una cápsula que preparé para la Universidad Paris-Nanterre, como una invitación a leer esta obra linda del Gran Cronopio:
34. Vanessa Padilla, lectrice de La vuelta al día en ochenta mundos de Julio Cortázar
“Palabras como metrallas”
LA PALABRA EN TIEMPOS VIOLENTOS
en la producción cultural ecuatoriana
“Palabras como metrallas”
Vanessa Padilla A.
Doctoranda de la Universidad Paris-Nanterre. Études romanes
Foto de Yolanda Vaca
Buenas tardes y gracias a todas y todos por estar aquí, en especial a mis amigos y maestros que me honran con su presencia.
Introducción:
En los próximos minutos
les hablaré de palabras, colores y música, tomando como referente la obra
“Calzones parlantes” de la artista plástica Andrea Zambrano y la producción musical
de la banda de rock duro ecuatoriano “Viuda negra”. Voy a presentarlos no desde
el discurso intelectual-académico, sino desde la admiración y el cariño. Y tomo
el ejemplo de Andrea y Viuda negra, como podría tomar tantos otros ejemplos,
porque mucho de lo que se hace en este rincón del mundo merece ser contado.
I
La palabra escrita o cantada es una potente herramienta de lucha social, y cuando a través de las manifestaciones culturales germina para aflorar el activismo, genera conciencia, denuncia o simplemente sirve para tomar la palabra, porque el silencio forzado es ya un acto de violencia.
Si los calzones hablaran, si la intimidad se volviera transparente y los deseos, los secretos, las transgresiones pudieran develarse sin tapujos, el desahogo del dolor, el grito de auxilio, el sangrado del ciclo o del golpe, la pulcritud, la suciedad, la confianza, el miedo… Si los calzones hablaran, pero no hablan.
Entonces la verdad queda oculta en ese bosque sombrío llamado pudor, llamado miedo a que no me crean, miedo a que me juzguen, miedo al rechazo de una sociedad curuchupa e indolente, miedo a que el amor condicionado se derrumbe.
Pero esa verdad que se
arraiga da sus frutos y se repiten las historias, y se repetirán una y otra vez
hasta que la verdad salga de la sombra y sea asumida como primer paso para
sanar, pero ¿cómo dar ese primer paso para confrontar las realidades de
violencia e inequidad?
Si los calzones hablaran… si los calzoncillos hablaran, pero no hablan.
Con hilos de colores,
agujas, tambores, dedales, oídos que escuchan, con solidaridad, con empatía,
sororidad (esa palabra tan rara), se realiza por primera vez en el año 2011 en el barrio quiteño La
Venecia, la obra “Calzones parlantes” que es un encuentro de testimonios sobre
la violencia hacia las mujeres, que confluye en una producción artística
colectiva, con intervenciones de ciudadanas, que, sin ser artistas, se apropian
del lenguaje plástico, para poner sobre la tela, de sus calzones, sus
testimonios y exigir sus derechos.
Voy a citar a Andrea Zambrano en tres momentos diferentes de la entrevista:
1. “Calzones parlantes es un proceso de diálogo y de construcción colectiva de un producto artístico que fue una instalación de calzones intervenidos en los que dijeron, por medio de la producción artística, algo que nos corresponde por derecho a todas las mujeres sin importar el color de la piel, situación económica, origen, ocupación, o creencia: “Queremos una vida sin violencia”. (…)
2. Cuando una mujer cuenta su historia está contando una historia única pero que seguramente tendrá muchos puntos de encuentro con las historias de muchísimas mujeres más, al sacar la voz y dar conocer sus historias, éstas se hacen visibles y su historia se teje en una gran red. (…)
3. Calzones Parlantes propone utilizar el arte como una herramienta de expresión de las mujeres artistas participantes y como una herramienta detonante de diálogo, discusión y articulación colectiva, con un discurso que dice y confronta, Calzones Parlantes llaman a la reflexión del espectador más que a la contemplación y eso es lo que la hace también una pieza que navega entre arte y activismo”[1]
Ese lenguaje tan “femenino” del bordado… Si los calzones hablaran… si los calzoncillos hablaran. ¿qué dirían?
II
Por otro lado, la palabra “virtuosidad”, la inventé yo que paso mis horas descifrando los neologismos de Cortázar, cuando quería definir el talento de Santiago Silva, Mauricio Maldonado, Johny Gordon, Diego Guerra y Luis Quiroz, ellos conforman la banda Viuda Negra, y con su “virtuosidad” y el enérgico contenido de sus letras, comparten desde el escenario reflexiones sobre el racismo, la violencia y los derechos de la naturaleza a un amplio público largamente estigmatizado, pero que por medio de la música levanta su voz, cantando… gritando.
Cito a continuación algunos versos de la canción “Pretendo” de Viuda negra que no me atrevo a cantarla a capella:
Pretendo (Viuda negra)
Pretendo fingir que
no importa
Pretendo cerrar mis ojos y soñar
Que la Tierra es ese lugar ideal
Libertad, igualdad, fraternidad
Sueños alejados de esta realidad
Pretendo fingir que
no duele
Pretendo no mirar los ojos de los niños
Que tienen que enfrentar la ceguera urbana
En las calles de la ciudad
Por eso no me quedo
callado y
Grito a los 4 vientos mi verdad
Palabras en vez de balas
Guitarras como metrallas
Que dejen oír su inconformidad
Pretendo fingir que
no me afecta
Pretendo no pecar de fanático, apasionado
Mientras observo que se desangra al planeta
Construimos con orgullo
Nuestra realidad de Naturaleza muerta
Pretendo callar, no
escuchar como los demás
El silencio me invita a la complicidad
Mi conciencia se retuerce
Y me obliga a gritar
(…)
Esta canción nace en 1999 y forma parte del primer álbum llamado “El final del silencio”, “Pretendo”, participa y gana un concurso de canciones con mensaje social, y se convierte en un himno que ha logrado trascender la geografía, los géneros musicales y las generaciones. “Como fue antes con la trova, el rock es una música con la cual la juventud daba a conocer su inconformidad, y pasa que con los años el mensaje no deja de estar vigente”.[2]
Ahora, después de más de 20 años de hacer música, la banda continúa trabajando con el objetivo de “rescatar identidad y dejar un mensaje que cale hondo y que llegue a la gente, que reclame justicia social, justicia ambiental”[3], su nueva producción “pretende” rebasar el desafío de combinar, por ejemplo, el rock con el pasillo y con ritmos afrodescendientes para denunciar la exclusión, el racismo, la esclavitud, para los próximos meses dos nuevos himnos se preparan.
Conclusión:
Estas dos obras, Calzones Parlantes y Pretendo, coinciden en que ambas se llevan a cabo con apoyo institucional, sin embargo, es el trabajo creativo, coherente e incansable y el talento de los propios artistas lo que ha hecho posible su calidad y trascendencia.
En el caso de Andrea, ha pasado que las instituciones no han cumplido con lo acordado, o que han intentado incluso de apropiarse de la autoría del proyecto. Sin embargo, son el apoyo institucional cómo se puede ejecutar proyectos si justamente los artistas que he mencionado, como tantos otros artistas ecuatorianos, viven de una profesión paralela para poder “permitirse” producir una obra que corresponda más a sus “ideas ideológicas” como decía Galeano, que a la moda y al consumo sin contenido.
El arte visual y la música resultan ser entonces lenguajes mediante los cuales muchas personas que no están en los centros culturales, que no están en los escenarios, pueden identificarse, expresarse, legitimarse y sobre todo reconocer que su historia también se cuenta y también cuenta.
Agradecimiento:
Gracias a Andrea Zambrano y a Santiago Silva por la entrevista que generosamente me concedieron y a todos ustedes por su escucha.
Suerte
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