Adoro su voz pero sobre todo su vos. Mi café se aturde, se enfría, no entiende que cada palabra con su imagen y sonido es para usted, aunque la letra “o” me hunde en otro abismo hacia sus labios, tanto así que puede acercarse a la página y sentir un aroma, el mismo de la niña que ahora le entiende diez años atrás. Mientras la mano cobarde ensarta roces que no puedo palpar, exhalando aprieto mis propias fuerzas y con su rostro tan cerca… cierro los ojos.
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