...El azúcar pretende endulzar un café que se rehúsa a ser ultrajado, más allá del tiempo que el agua tarde en hervir o la boca en sorber la temperatura alta de las escenas de cercanía. Está tendida en la cama la misma cobija desgastada donde los conejos ninguna vez vomitados y los te quieros nunca dichos fueron acogidos con tristeza; las obras no realizadas, las palabras no pronunciadas, frases que fueron escritas en el aire y no en un papel, un desfile de mentiras, un piano sin sus teclas negras, sin sus medios tiempos, los tobillos torcidos, los pasos mal dados… mi propia caligrafía...
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