miércoles, 29 de febrero de 2012
lunes, 27 de febrero de 2012
sábado, 18 de febrero de 2012
Cuentos de nubes
Su familia quería explicarle que las nubes están muy altas y que no las podrá tocar, para que al crecer no sufriera una decepción, pero Damiana efectivamente crecía, por tanto, tenía la certeza de que eso sería posible un día.
Tomar sopa y vitaminas, comer cereal, jugar básquet, colgarse de una vara, ella lo intentaba todo para crecer, pero con los años se daba cuenta de que crecía sí, pero no lo suficiente para alcanzar las nubes, entonces empezó a estudiar a las aves y en ellas descubrió que no necesitaba crecer sino volar, cada vez que lo intentó necesitaba un buen tiempo para recuperarse de la gravedad, pero seguía intentando.
Un día su madre vio con tristeza que su niña había alcanzado una edad en la que no era posible continuar viviendo de sueños, e intentó convencerla para que dejara a las nubes en paz.
-¿Cómo renunciar a las nubes, son tan parecidas a ti y a mí? tienen la nobleza del agua y la furia del trueno, nos llueven, nos sombran y dibujan las más lindas figuras, además van por doquier conociendo la belleza del mundo ¡quiero ser nube!
La madre entristeció más, al no poder comprender lo que no hay porqué comprender.
Un día Damiana ató su corazón al un globo de oro y helio y cuando llegó a las más pintorescas nubes del cielo, precisamente en un atardecer de verano, las nubes se hicieron agua, humedecieron su piel y entonces ella no pudo saber si es las nubes dejaron de ser un algodón puro y silencioso, para convertirse en las lágrimas de alegría que sus ojos derramaron por la emoción de soñar y cumplir lo inalcanzable.
Su madre la llamaba desde tierra, pero ella tomó su tiempo con calma y disfrutó el desvanecimiento de los más resplandecientes algodones que flotaban por el cielo entero.
Al anochecer las estrellas salían a anunciar el tiempo de retorno y fue ahí cuando Damiana tuvo que volver a casa y con la voz repleta de alegría, al llegar, dijo:
-¡mañana alcanzaré las estrellas!
miércoles, 15 de febrero de 2012
Eso que tú eres, es un sonido que mi idioma no abarca, que mi contextura no sostiene, eres lo que mi boca no sabe pronunciar. No te ubico ni en un sonido gutural, pero sí que vibras y mi cuerpo entero lo hace contigo. Canta, hazlo, y luego calla, porque del silencio surgen los adjetivos con que puedo nombrarte intentando, sin éxito, darte una definición. Cuando las palabras no alcanzan para nombrar algo es cuando se ha llegado a lo poético, esas letras que nos unen no tienen lengua más que aquella que lame los sonidos de lo que no alcanzamos a decir, con tu voz o la mía, con cualquier canción.
Suerte
Últimamente he escuchado de voces generosas la frase: "Es una suerte tener una mamá artista", parece que explicara algunas cosas...
-
Caminando en el bosque, entre tantos árboles me acerco a acariciar uno. Me dice: Sigue caminando, hay una niña perdida. Unos metros adelant...
-
Hace unos meses lloré tanto en una terapia que sentí que se me había secado el alma, no volví a llorar desde ahí, hasta hoy frente al cuad...
-
Hace unos 20 años la asociación de dermatólogos organizaba en Quito un Salón de arte y piel, mi obra ganó una mención honorífica "por p...