Los apuntes se intercalan jugando: sube un
párrafo, baja el otro, la posición de cada parte es incierta y a veces
discontinua, pero la aproximación a ese estado de desnudez en la que se
evidencia la intimidad de cada instante se abandona y en silencio sólo suena el
paso del lápiz sobre el vacío cuando las letras se vuelven parte del cuerpo o
el cuerpo intenta volverse letras; sensaciones que recorren el espacio que
antes estuvo en blanco y donde ahora ellas pueden bailar entre prosas y
retóricas.
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