La Haya, diciembre de 2013
Chachai estas tierras, donde la vida les dio plata pero les quitó el sol.
Todo tiene un lujo, un detalle chic, un costo bien alto, un sabor exquisito... pero un viento frío, y yo flacucha cubierta de toda la lana que entraba en mi mochila, una sobre otra hasta volverme inflexible y casi inútil, me lleva el viento en la dirección opuesta al Museo de Escher, allá quiero ir hoy a volarme en las ilusiones ópticas, en los juegos y en la simetría.
Ayer hallé cobijo en una especie de planetario donde la WWF proyectaba un film hermoso sobre la cultura musulmana, fue como volver a Tánger a perderme en las callejuelas angostas, y luego cruzar el Sahara donde no caminé para tener excusa de volver un día, como si la belleza del color de las ropas y las pieles de las personas no fueran suficiente motivo.
Estuve copiando después frente a las obras de Vincent y Paul, lo que los lápices de color pueden alcanzar aunque no lograrán nunca ser pinceles.
El mar y el viento se unieron, no sólo bailaron, se enfurecieron, unieron fuerzas para azotar y desprender cada cosa de su lugar, porque hay que tener las raíces bien puestas para no salir volando sin voluntad.
Bonita ciudad es ésta, que pone a tela de juicio si lo que me mantiene de pie son las piedras en los bolsillos para no volar con el viento, o si suelto las piedras y vuelo pa' ver a dónde voy a parar.
Yo ya boté las piedras siempre, y el viento me trajo hasta aquí. Con o sin voluntad, eso ahora no sé porque llueve y cuando llueve yo no sé bien, sólo dejo que llueva.
viernes, 6 de diciembre de 2013
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