A veces me pasa que la iglesia me recuerda a una carpa de circo, con un animador, un público, un show.
El vacío intelectual y espiritual de una cultura de consumo, confunde la búsqueda que es de la piel hacia dentro y de la piel al universo. Y antes o después, en casa, todo ese contacto irrespetuoso, intolerante y superficial de patronazgo, me hace pensar que los rituales religiosos en Egomania y no sé si en otras partes del mundo, hacen su buen show para un público seducido por las minifaldas rubias que se pasean en el templo y muchos euros dentro del sobre.
¿Y el mensaje? pague sus impuestos y siéntase por ello noble, venga bien vestido (¿de qué marca es su traje?), aplauda que el espectáculo continua.
miércoles, 21 de mayo de 2014
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