Por Raúl
Arias.
En Historias de trapos de Vanessa Padilla
me cautivaron las acrobáticas y graciosas búsquedas y encuentros con los ritmos
y desplazamientos evanescentes de los sentidos, el fluir de río de las palabras,
la persecución de los instantes para conformar textos siempre huidizos, aparentemente
fragmentados, inconformes… ¿con qué?
A
Vanessa no se la puede seguir con la fría razón sino con la disposición del juego. “Esto es
sólo un juego –nos advierte en una de sus historias- y en este término es donde se justifica todo. Es un espacio de
sinsentido donde la argumentación está dada en que el inicio y el fin son
solamente la unión de fragmentos inconsecuentes que se anulan en la repetición
constante del intento de determinar las reglas de aquel todo, que es solo un
juego”.
Otro
texto de Vanessa: Ellos: Mis vacíos
internos juegan y se escurren en el escenario húmedo de la intimidad de mis
entrañas inhóspitas, de este terreno árido brotan ellos, mis vacíos internos,
para desplegarse en lo profundo y bailarme a ritmo vivo su son.
La
inteligencia a veces juega malas pasadas. Por más que pensemos miles de cosas,
no llegamos a plasmar algo que pueda
llamarse concreto. Lo concreto son los devaneos de las palabras dando vueltas
en sí mismas, topando suelo sólo porque éste es denominado suelo y nada más, y
así la existencia, lo supuestamente concreto, los objetos, son boicoteados (por
la inteligencia) y se forma un hermoso vacío.
En Cartografía de pies a cabeza se oye caer fragmentos delicados: Doy inicio colocando un lágrima en el humo
del volcán, así mi tristeza se expandirá por el mundo.
Bello instante poético para entrar en materia.
Después,
los vacíos y las negaciones vienen en desfile: Está tendida en la cama la misma cobija desgastada donde los conejos
ninguna vez vomitados y los te quieros nunca dichos fueron acogidos con
tristeza; las obras no realizadas, las palabras no pronunciadas, frases que
fueron escritas en el aire y no en un papel; un desfile de mentiras, un piano
sin sus teclas negras, sin sus medios tiempos, los tobillos torcidos, los pasos
mal dados… mi propia caligrafía.
Del otro
lado, una voz quisiera situarnos en algo concreto: -
¿Cuándo vas a salir del monitor?...te espero en mi silla- me dijo por escrito
(aún no he podido llegar).
En
juego permanente, la voz de la conciencia en movilidad nos ubica y desubica
según caprichosos dibujos de sonidos. Los logros poéticos son indudables, y se
sostienen en evanescencias líricas y palabras puente que ligan con otras y
otras. Lo cierto es que Historias de trapos contiene sustancias inquietantes
y tiene también una poética que es tela de fondo de los
textos.
Aparecen
interrogantes durante su lectura, algunas de las cuales voy a definir: ¿Qué plantea la literatura de Vanesa en su
historias de trapos? ¿Es evasiva y procura fugar de la vida concreta mediante
un hedonismo cifrado en el juego del lenguaje? Las respuestas las darán los
lectores. Por mi parte, creo que a Vanesa no le importa, simplemente, una teoría estética
que la ligue con lo que personalmente entiendo como compromiso del o de la intelectual dentro de la
realidad social y su historia, en permanente cambio. Se me impone la pregunta:
¿Cuál
es el compromiso de Vanessa cuando escribe?
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