martes, 10 de octubre de 2017

Vanessa Padilla y sus Historias de trapos.

Por Raúl Arias.
En Historias de trapos de Vanessa Padilla me cautivaron las acrobáticas y graciosas búsquedas y encuentros con los ritmos y desplazamientos evanescentes de los sentidos, el fluir de río de las palabras, la persecución de los instantes para conformar textos siempre huidizos, aparentemente fragmentados, inconformes… ¿con qué?
A Vanessa no se la puede seguir con la fría razón sino con la disposición  del juego.  Esto es sólo un juego –nos advierte en una de sus historias- y en este término es donde se justifica todo. Es un espacio de sinsentido donde la argumentación está dada en que el inicio y el fin son solamente la unión de fragmentos inconsecuentes que se anulan en la repetición constante del intento de determinar las reglas de aquel todo, que es solo un juego”.
Otro texto de Vanessa: Ellos: Mis vacíos internos juegan y se escurren en el escenario húmedo de la intimidad de mis entrañas inhóspitas, de este terreno árido brotan ellos, mis vacíos internos, para desplegarse en lo profundo y bailarme a ritmo vivo su son.
La inteligencia a veces juega malas pasadas. Por más que pensemos miles de cosas, no llegamos  a plasmar algo que pueda llamarse concreto. Lo concreto son los devaneos de las palabras dando vueltas en sí mismas, topando suelo sólo porque éste es denominado suelo y nada más, y así la existencia, lo supuestamente concreto, los objetos, son boicoteados (por la inteligencia) y se forma un hermoso vacío.
En Cartografía de pies a cabeza  se oye caer fragmentos delicados: Doy inicio colocando un lágrima en el humo del volcán, así mi tristeza se expandirá por el mundo.
Bello  instante poético para entrar en materia.
Después, los vacíos y las negaciones vienen en desfile: Está tendida en la cama la misma cobija desgastada donde los conejos ninguna vez vomitados y los te quieros nunca dichos fueron acogidos con tristeza; las obras no realizadas, las palabras no pronunciadas, frases que fueron escritas en el aire y no en un papel; un desfile de mentiras, un piano sin sus teclas negras, sin sus medios tiempos, los tobillos torcidos, los pasos mal dados…  mi propia caligrafía.
Del otro lado, una voz quisiera situarnos en algo concreto:   - ¿Cuándo vas a salir del monitor?...te espero en mi silla- me dijo por escrito (aún no he podido llegar).
En juego permanente, la voz de la conciencia en movilidad nos ubica y desubica según caprichosos dibujos de sonidos. Los logros poéticos son indudables, y se sostienen en evanescencias líricas y palabras puente que ligan con otras y otras.  Lo cierto es que Historias de trapos contiene sustancias inquietantes  y tiene también  una poética que es tela de fondo de los textos.
Aparecen interrogantes durante su lectura, algunas de las cuales voy a definir: ¿Qué  plantea la literatura de Vanesa en su historias de trapos? ¿Es evasiva y procura fugar de la vida concreta mediante un hedonismo cifrado en el juego del lenguaje? Las respuestas las darán los lectores. Por mi parte, creo que a Vanesa  no le importa, simplemente, una teoría estética que la ligue con lo que personalmente entiendo como  compromiso del o de la intelectual dentro de la realidad social y su historia, en permanente cambio. Se me impone la pregunta:
¿Cuál es el compromiso de Vanessa cuando escribe?










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