Por Vanessa Padilla, dedicado a mi amiga Miriam Vásquez Mina
Respirar profundo y soltar, dar bocanadas de aire intensas y luego vaciar para recomenzar, no sé qué camino seguir, mi laberinto es un ovillo de plata que nace en mi ombligo y me conecta con la complejidad del mundo entero, desenredarlo o cortarlo, unirlo nuevamente o dar marcha atrás y descubrir que olvidé cómo llegué hasta aquí. Mirar al cielo, seguir las nubes, ver en las estrellas una guía, cerrar los ojos y caminar a tientas, dejando que la luz de mi intuición me lleve por el sendero que he de seguir, los pies descalzos, el frío de la humedad, el miedo a lo incierto, pero las estrellas contrastan con la profundidad del azul, la esperanza de la luz, seguiré andando, el no mirar por dónde voy no elimina el peligro del camino, ya no quiero ignorar, quiero abrir los ojos y tener el valor de dar un paso más, el péndulo me indica que el izquierdo es el camino y lo apruebo porque es la dirección que más sentido le da a mi existir, sin embargo, el camino se hace largo y los corredores cada vez más angostos, cuando me siento atrapada y casi sin aliento, vuelvo a respirar profundo y las bocanadas son aún más intensas porque mi angustia me vuelve temerosa, entonces empiezo a obedecer a mi intuición, las opciones no son adelante o atrás, o derecha e izquierda, son continuar o derrotarse, son respirar o morir, todo se vuelve muy duro, siento que algo o alguien me persigue, no lo puedo ver pero me atormenta esta sensación ¿por qué le temo, si ni siquiera sé si está ahí, por qué siento que se acerca, por qué me persigue, por qué a mí? mi intuición me dice date prisa, no importa hacia dónde vayas, lo que importa es el ritmo, el ritmo del ahora debe obedecer al latido de tu corazón y tu miedo lo ha acelerado, no me atrevo a discutir con mi intuición ni a cuestionar sus ideas, pero doy pasos rápidos y poco a poco empiezo a sentirlos más firmes, mis pies no tienen idea de por dónde van, y sin embargo, ni el frío de este lodazal los ha rendido, el frío subió hasta el pecho, pero el ardor del corazón pudo más, la corazonada se volvió la brújula del este senda y el calor de la esperanza iluminó el atajo que me ayudaría a salir de aquí, a respirar profundo y soltar, dar bocanadas de aire intensas y luego vaciar para recomenzar, el camino que recorra será siempre el que debo seguir, no hay piedra que la vida no haya puesto en mi camino sin la intención de engrandecer mi alma, con un paso tras otro y sin muros a los costados respiro un aire precioso... y suelto. Salí de mi maraña una vez más, el hilo que me conecta al mundo se esclarece, lo he tejido como una trenza y me adorno con ella para sentirme linda, doy mis pasos con mis pies desnudos sobre un barro que construye camino, no tengo miedo, empiezo a cantar.
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