Por Vanessa Padilla
Chiquita, con los pies desnudos en contacto con la tierra, revoloteaba e imitaba el gesto de un pajarito, mientras saltaba y aleteaba en el jardín intentaba no dañar las flores en su camino, luego se posaba elegante para improvisar una melodía y continuaba su aleteo esquivando al perro, las gallinas, la tortuga y al conejo, su alegría era desbordante hasta que vio que un ave se había lastimado y no podía salir de su nido, se podía observar cómo su deseo de libertad le abrumaba y le hacia sentir su hogar, que con tanto esfuerzo y amor construyó, como una pequeña prisión que quería abandonar pero no podía, entonces Chiquita deseó con todas sus fuerzas ayudarle, sabía que si parpadeaba con mucha intensidad, una de sus pestañas largas como abanicos se caería y podría jugar y pedir como deseo la libertad del pajarito, pero no funcionó porque la pestaña debe caer azarosamente y aquí fue deliberado, mientras el emplumadito se acongojaba, Chiquita se apresuró a pedir a su mami que le ayudara a encender una vela, ambas creen que el fuego es una representación física de la divinidad y ¿quién más poderosa que ella para cumplir los deseos? Con mucha fe pidieron juntas por la libertad del pajarito y de la humanidad entera, pero el deseo se puso muy grande y tomaría algún tiempo cumplirlo, por ejemplo llegó la noche y nada había cambiado, Mamichiquita y Chiquita miraban la silueta de la rama del árbol donde se posaba el nido con su prisionerito y detrás vieron un cielo de color añil en el que tintineaban las estrellas, creció la esperanza y con un destello en un instante cruzó la inmensidad de la noche una estrella fugaz que anunciaba: -tranquilo plumoncito, en ningún lugar puedes estar mejor que en tu propio hogar, date el tiempo de recobrar las fuerzas, de que tu alita se restablezca para que puedas volar, ama cada una de las ramitas que construyen tu refugio porque hay quienes no han logrado llamar a su espacio “hogar” la prisa es para las fugaces estrellas, las chiquitas te cuidarán para que no te falte alimento ni agua, no tendrás que devolverles nada, son ellas las que te devuelven con gratitud la belleza de tu canto. Y así luego de unos días ese nido se llenó de amor por aprender en la dificultad la maravilla de ser libre, de tener quienes nos cuiden y nos quieran, y poder tener siempre algo que dar aunque siempre es más lo que se recibe.
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