domingo, 14 de marzo de 2021

Escritura creativa y maternidad

Por Vanessa Padilla 

Nací de la tormenta de un cielo enfurecido por la injusticia, no puede ser que desde lo alto se pueda ver tanta crueldad y no reaccionar ante ello, el sol brillaba sol-emnemente, danzando con el canto de un pajarito, cuando con un movimiento brusco una piedra lo golpeó mientras unos niños, uno grande y uno chiquito, reían sin darse cuenta de que su juego con la cata apagaría su voz para siempre, el sol lo vio desplo/umarse, y claro que otros pájaros cantarán pero la voz no será jamás la misma, por tanto su baile tampoco, el sol evaporó con furia el agua del arroyo y su enfado hizo de mí una nube bastante zen para lo que se podría esperar en estos casos, empecé a respirar profundo cuando me di cuenta de que mis cambios de ánimos incontrolables me hacían más daño a mí misma y que los demás tenían que asumir mis tormentas sin que necesariamente estuvieran involucrados con ellas. Me pongo arbitrariamente de color café, humeo aroma amargo y revivo mis sentidos, necesito estar atenta para caerle a truenos a quienes piensen que esos golpes que matan son razón de regocijo, por eso cuando veo pasar a esos niños tomo la forma de un ave en vuelo para que la belleza de este espectáculo en el que la luminosidad del cielo me ayuda a potenciar, les recuerde que la lindura de las alas extendidas da más placer que la brusquedad de la piedra, ellos me miran y ven todo menos lo que les quiero mostrar, no están listos, pero seguiré intentando cuando quieran ver encontrarán no sólo al ave, sino también la libertad. El viento me envuelve porque quiere ser él quien talle mis formas, yo me dejo llevar, el viento recorre los cielos con sabiduría, escucha historias y sabe también inventarlas y transmitirlas, decide moldearme con la forma de un grillo, los niños me reconocen y recuerdan cuando se divertían al capturar estos animalitos y nuevamente reían disfrutando su proezas macabras, el sol decepcionado al no lograr darles una lección, se alegró al ver que con el tiempo a la madre de los niños le crecía el vientre y entonces supo como yo, que la lección no se la daríamos desde el cielo, sino que la ternura de la pequeña hermanita que venía en camino les llenaría el alma de sorpresa, de ilusión y de aventura, más de lo que podrían esperar para no tener el tiempo de lastimar a seres indefensos,  así aprendí una de las tantas lecciones de calma que me dio la vida, mis tormentas todavía suceden, pero ya no por descontrol sino por desahogo, y porque deshacerme en lluvia es parte de ser nube, así me aligero, vuelo, me uno a otras, vuelvo al arroyo y me elevo, sigo siendo una nube fuerte, cargada de rayos y truenos, me doy el derecho de tronar y resplandecer cuando bien me parece, la injusticia y la desigualdad no serán nunca vistas desde mi perspectiva como insignificantes, pero también veo con alegría el paso del tiempo y la niña que canta a su hermanos las melodías que ellos habían apagado un tiempo atrás, la vida siempre no da más, en lecciones y en regalos. 

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