He desenterrado y parido 6 generaciones de mujeres que me parieron a mí,
para descubrir que la paleta que pinta mi humanidad tiene:
el azul del miedo,
el negro de la incertidumbre,
el blanco de la perplejidad
el carmín del abandono
el cobalto de la culpa
la transparencia de la soledad
el lavanda de la dulzura
el jade de la nostalgia
el ámbar de la pasión
y el verde-viento
y el amarillo van Gogh
las canas de mi pelo,
el marrón de mis ojos,
la palidez de mi piel,
el gris de las tormentas de las que no me sé guarecer,
esa sangre muy roja que menstrúo y que germina mi suelo,
donde quiera que me asiente florezco,
cuando me marchito, me siembro.
el carmesí de las heridas que tardan en cerrar porque no las sé abiertas,
el polvo de la tiza de enseñar,
el beige de la leche que no recibí pero que aún tengo para dar.
La puerta que quiero abrir es turquesa,
porque no tiene candado,
para caminar hacia ese arcoíris que es la muerte o es la vida.
Mis mujeres, que son mis madres, que son mis hijas
tejieron colchas y trenzas
se abrigaron con chales y ponchos,
sanaron con hierbas,
sembraron, tostaron, molieron y filtraron café,
y se lo bebieron con llanto y pan,
Re-conocerlas me revivió el sueño `
que no realizaba por miedo a perder su amor
Pero el tiempo es un caracol,
y está bien estar loca
En las calles pongo mi sombrero y canto,
honorando a las que fueron para que hoy sea yo.
Mija, la puerta no tiene candado.
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