jueves, 1 de enero de 2009

Lapidosa nocturna

... De repente llega un ruido sordo que golpea la ventana atravesando las grandes rejas y resonando con las vibraciones graves de un bajo que se tocaba sólo cuando la lapidosa chocaba a velocidades altas aún teniendo baja estatura. Un escalofrío se apoderó de mi cuerpo y ahora era el escalofrío quien desde ahí en adelante temía que las alas de la lapidosa nocturna y gorda lograran abrir la ventana para entrar y atacar al escalofrío que quería deshacerse en sudores para que vuelva a ser yo y no él quien tuviera miedo al cosquilleo de esas alas en la piel entrecobijas.

2 comentarios:

Gracias

Une moderne Olympia

  Hace unos meses lloré tanto en una terapia que sentí que se me había secado el alma, no volví a llorar desde ahí, hasta hoy frente al cuad...