Los laberintos con su trayectoria incomprensible exigen cautela para atraer hacia uno el suceso, o para crearlo; lo esencial es la permanente indagación y todos los sentidos vigilantes, prestos a reconocer qué tan lejos se puede estar de hallar lo que se busque, no importa qué, pero deleitándose con cada paso y saboreando cada sorbo de aire que se introdujera por la agitación del recorrido.
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