domingo, 5 de diciembre de 2010

Carácter de panela

Ese show casi-circense en el que me vi involcrada, no tuvo ni podrá tener la elegancia de la nariz roja ni el brillo del solei. Fue vacío, negligente y torpe. Entonces me saqué la peluca, bueno simplemente me solté el moño, y en un acto simbólico de fingir demencia quise estar sola, sin el menor indicio de latidos ajenos a mí. No siempre tengo carácter de panela.

Un desgaste emocional que ni la esencia de flores que echo en el café pudo equilibrar, entonces regresó el insomnio, el cansancio, la frustración, el desencanto y la gana de no mover un dedo. Me hallaba perdida en la nostalgia del mundo, del tiempo, de la noche... y se me apagó el esmalte de los ojos porque ¿cómo puedes brillar cuando no eres feliz? los grises me absorben las fuerzas y vos, institución, sangre de estatua, no tienes remedio ni piel.

Entonces tuve una suerte como la que nadie más tiene, un entrenamiento uno a uno, con el Sensei de mi Sensei, para ayudarme a cortar con su espada de metal los hilos de la marioneta que nunca seré.

Me duele el cuerpo, huelo a diablos y mis rodillas están hechas leña, pero el brillo que me dejó el sonido de la espada contra el viento me despertó el espíritu, como el beso del principe en los cuentos, y doy gracias porque ese encanto estético que tiene el alma desprende su brillo hasta enceguecer.


1 comentario:

Gracias

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