Vanessa nos
brinda dos flamantes publicaciones
“El soporte poético del cuerpo” un texto poético
personal y “Recorriendo el mundo con la
alegría de los niños”, con
Ilustraciones de Sebastián Vallejo, siete cuentos para niños, con este
entra la autora al mundo de la literatura infantil; con la sencillez que
amerita el público destinatario, logra crear expectativa y personajes
fantásticos con toques de humor. La literatura infantil es una especialidad.
“El soporte poético del
cuerpo” tiene
partes variadas y diversas. La primera es un texto de alta carga poética, de
riqueza personal, a cuyo comentario dedicaré el cuerpo de esta corta
intervención. Luego vienen dos textos recogidos de conferencias dictadas en
distintas oportunidades por Vanessa, de las cuales es admirable cómo en el
texto logra hacer predominar lo poético por sobre lo académico.
Tenemos finalmente un encantador relato sobre un viaje a Marruecos, ciertas
páginas son una especia de ilustraciones verbales de paisajes rurales y urbanos
junto con reflexiones personales respecto al encuentro con una cultura muy
distinta y un idioma diferente, termina por hacerlo girar hacia sí misma, como
escritora, como persona, en esa vuelta a la identidad que provoca el encuentro
con la diferencia.
En cuanto a la primera parte, medio libro, quiero destacar el estilo
poético mas no quiero hacerlo con un análisis académico, lingüístico y
retórico, sino más bien con anotaciones vivenciales de lo que para mí ha
representado encontrarme con el texto. El
estilo en cualquier arte es esa manera particular de escoger los elementos del
lenguaje, de cada artista, combinándolos y poniendo diversos énfasis en unos y
otros.
La lectura silenciosa tiene una
sonoridad interna que está dada por el ritmo de las palabras, uno las lee y parece
que las oyera. En el silencio es el ritmo lo que provoca esa sensación, pero
también son las resonancias que provocan las palabras, un espacio temporal en
el que se cruzan los sentidos con los sonidos, y que no es igual cuando
comienza la frase o el párrafo que cuando avanza o cuando termina, siendo una
especie de recorrido musical bastante íntimo y difícil de describir.
Así, como si cada período fuera
toda una historia se deja sentir el inicio, el desarrollo y el final de cada
período, de manera muy identificable. Como una pequeña célula viva el párrafo
nace, evoluciona y se cierra, cada vez con
igual ritmo interno y cada vez de diversa manera.
Como cuando uno se sumerge en un
viaje submarino, donde todas las cosas se miran, se escuchan y se sienten
diferentes, así, la lectura se abre, uno se introduce en ella y parece que todo
el derredor se esfumara. Es lo que se ha llamado literatura hermética.
Cada párrafo está construido con
densidad y ritmo. Labrado con cuidado, relatado morosamente, en un tiempo
propio, particular, a veces como moliendo las palabras, con un ritmo literario
orgánico en el que nace cada párrafo con sus imágenes iniciales que describen
una situación y luego la situación evoluciona. Al final de cada párrafo la
situación no es ya la misma.
Cada período resulta ser un momento
o una imagen que se deja armar como un mosaico de cerámica, pieza a pieza, sólo
que no en el espacio sino en la temporalidad de la lectura. Es un texto de estructura
multifacetada.
El texto se construye, adobe tras adobe como una pared que las manos de
la artista dan nuevas formas, o mejor decir, con una substancia de cerámica en
la que puedes hacer las paredes con las manos, dándoles formas curvas,
corpóreas, sinuosas, onduladas. Así el texto-río lleva la barca de la lectura. O
como si los sonidos de las silabas mezclados con los significados de las
palabras fueran gotas que van haciendo un arroyo; un rio en el que cada párrafo
se constituye en la jalada de un remo que nos lleva cada vez más lejos.
Algo tienen esas palabras que
transcurrida la primera línea se dejan sentir como una voz. Hay una persona que
está sintiendo, hablando o es una persona que está pensando. Como si yo
estuviera en el interior y oyera los pensamientos y a través de sus ojos estuviera viendo y a través de
sus oídos escuchando.
Avanzo la lectura y de repente
estoy metido dentro de ella como que las palabras que leo se hacen mías, como
que a mí me sucediera lo que estoy leyendo, me apropio de sus palabras, las siento,
y a través de sus palabras, su sensibilidad. O quizás soy yo el que hablo… un encarnarme
en esos textos, un introducirme en las venas de otro ser.
Esa voz me habla desde adentro, yo
soy ella, y oigo los pasos de los tacones desde dentro. Suerte de trasmutación
en la que ella, la autora, cede su ser y en la que yo cedo mi ser, me pongo
como un vestido ajeno en el que me
siento cómodo para seguir explorando esa vivencia ajena de la que me apropio y
con la que me identifico.
La fruición de las palabras resbala
una a una como las paredes del túnel en el que me deslizo en una experiencia íntima
que no es la mía y sin embargo resuena en mí como mi propia memoria de
sensaciones y pensares. Como un abrazo en el que dos cuerpos se hacen uno, dos
voces se hacen una.
Es la vivencia de la identificación
en el texto literario poético, en su mixtura con el aspecto misterioso,
maravilloso y mágico del lenguaje. Mágico como el acto tan común y cotidiano de
comunicarme con un ser querido a través de su fotografía.
Con estas dos obras más su primer
libro de relatos, Vanessa avanza con pie firme en el largo camino de la
escritura, emerge así en nuestras jóvenes letras ecuatorianas.
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