No es sencillo que la caligrafía pierda su rigor y su ritmo, aquella
escritura que va trazando manuscritos grabados sobre el ritmo simultáneo y a
veces intermitente del soporte en que la imagen-palabra se dibuja, es la que
trasciende hasta la mirada con sus formas y movimientos.
Muchas veces las palabras no lograrán describir una imagen y
viceversa, pues los lenguajes son distintos y pueden llegar a ser intraducibles
entre sí; imágenes y palabras podrán no alcanzar a definir los perfiles de la
subjetividad, pero pueden afiliarse y lograr una interpretación acertada de lo
real (que no necesariamente deja de ser subjetiva). La imagen no siempre
ilustra palabras, pero las palabras no dejan de ser imágenes.
La retórica de la imagen es una fiesta sensible donde las dobles
exposiciones y transparentes capas bailan con el desnudo sin pudor, donde la
piel es escenario, personaje y causante de situaciones a la vez, donde la
rotura de lo íntegro puede ser vista cuadro a cuadro.
¿Cómo entender la imagen de lo sin forma? El ser humano es alegórico
esencialmente y reconoce en el símbolo una unidad de mensaje de contenido
global, con una relación entre la forma del significante y su contenido.
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