jueves, 14 de noviembre de 2013

Corazón hielo



Había una vez, como en cada cuento, pero ésta fue una vez en que en fui a parar en un lugar realmente muy pero muy lejano.

Y tenía frío…

Mis pies gritaban: -¡Estas medias no abrigan!
Y la medias respondían: -¡Mi lana de alpaca es de la mejor calidad!

Yo no dudaba de que ambos, pies y medias, tenían razón, sólo cambiaban sus puntos de vista, pero todos coincidímos sólo en que el frío estaba descargando sus latidos de hielo.

Mis manos no decían nada, hace poco sus guantes perdieron una puntada y no querían herirlos más, pero el frío entraba entrededos y los dedos ya casi no podían parar de moverse en un gesto que los grandes llaman tiritirititar.

El frío estaba por doquier, aún debajo de las cobijas, la solución era el fuego, pero a él no me suelo acercar por las chispas que saltan sin avisar adónde.

Pero el frío, de quien huíamos se sentía apartado de todo, decidió buscar hogar y por largo tiempo vivía en mi apenado pulmón izquierdo, que estaba afligido porque la tristeza vivía ahí desde hace algunos años, sus frecuencias, las de ambos, frío y tristeza, iban tan bajitas que pudieron convivir y flotar juntas y, por supuesto, tiritirititar.

Ahí se alojaba el frío porque al menos había calma, los pies siempre con sus quejas eran la puerta por donde el frío entraba para escuchar la acompazada música del corazón que vivía muy cerca.

-¿Por qué no amas?- preguntó el corazón a un ritmo suave -En el amor vive el calor, se vive ahí abrigadito, como con un poncho de lana de borrego-

(La lana de alpaca protestó)

-Los abrazos me sobran, porque acá no los uso- le dijo el frío al corazón.

-Abrazame a mí- dije yo… y empezamos a sentir un leve calorcito. 

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