Y aunque tengo la lengua suelta cuando escribo y la estatura baja, puedo declarar:
"Mis palabras son libres".
No hay distorsión alguna, es el salto de los seres que habitan mi alma, que se sumergen y brotan, yo no voy a decidir cómo ni cuándo.
Habito mi corazón en silencio, ahí de donde surge cada letra, en silencio para escucharlo más claro.
Mi libertad es esa la de escribir, con y sin razón, escribo con amor al mundo, a mí misma y a las propias palabras. Por eso me perdono la imprudencia, el desato, estoy así de cerca de la locura, así de cerca.
Qué armonía la de poder convertir una lengua suelta en la verdad poética de lo irrealizable.
martes, 1 de abril de 2014
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