Estoy hecha de agua, se me hace agua la boca y fluye un mar de emociones en mí.
Mi pincel sigue a tientas los pulsos de mi sangre, combina el óleo de tubo con los pigmentos de la tienda vieja.
La paleta número tres inicia su trabajo, el caballete número 2 es el más feliz.
La percepción del tiempo está anulada, sólo se escuchan las aves en su jam primaveral, y la luz de la lámpara, y las horas de diferencia, y el silencio de la soledad, y la guía de los grandes se entremezclan con el aceite.
Soy la discípula de quienes me eligieron y mi honor es tomar el pincel con el respeto con el que se acaricia a un niño, se recibe el aroma de la flor o se escucha el silencio.
Habito mi corazón y lo abro a la percepción: Pinto.
miércoles, 2 de abril de 2014
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