viernes, 5 de septiembre de 2014

CARTOGRAFÍA DE PIES A CABEZA




“…a propos beso, el viernes pense en la mañana que voy a leer tu texto como titulo del dia.
y soñando en ti y perdido en el texto paso el dia. pienso en ti”.
Thomas Pressler

Aquí intento zambullirme en la humedad de un cuerpo: cuando su sequedad me asfixia me hundo en una piel mientras ésta palidece.

No habrá respuesta a la mordida en un cuello adormecido que no siente el cosquilleo de una caricia, por eso empezaré de mayor a menor por los dedos de los pies. Un cuento leído jamás o un poema de versos cruzados que no empatan con nada; una voz afónica que no entona más que susurros ininteligibles.

El azúcar pretende endulzar un café que se rehúsa a ser ultrajado más allá del tiempo que el agua tarde en hervir o la boca en sorber la temperatura alta de los asuntos interiores, el aroma ya no será el de la niña que se mantiene soplando y jadeando una idea jamás cumplida o que se abriga en la misma cobija desgastada donde los conejos ninguna vez vomitados y los te quieros nunca dichos fueron acogidos con tristeza; las obras no realizadas, las palabras no pronunciadas, frases que fueron escritas en el aire y no en un papel, el desfile de mentiras que se creen y también no, un piano sin sus teclas negras, sin sus medios tiempos, los tobillos torcidos, los pasos mal dados… mi propia caligrafía.

Mil vocablos sin tibia voz que otorgue significaciones a los discursos, con un tiempo inconstante de nomenclaturas inversas, un segundero de nombres impropios, minutos de pactos hablados, el maquillaje de la humedad sin rocío, decepciones por llevar a cabo, pantorrillas arrancadas, muslos apretados, secreciones de distinta consistencia, la frase de un léxico compuesto sin poética, un sudor sin piel que madura arrullando una fiesta de articulaciones vanas, de coyuntura absurda; el muestrario de una colección que pinta con los dedos (de la mano) el repertorio cantado de los efectos en movimiento que producen hastío y brusquedad en lugar de placer, más tarde toma parte la actuación que pugna un riesgo de andar por la vida despojada de quereres, con las rodillas desgastadas y los muslos fatuos, componiendo con sustancias propias del cuerpo el aislamiento de cada asunto interior entre caricias y pudores.

Seiscientos cincuenta y dos palabras tiene el mensaje que no quiero decir de la misma manera, y me obsesiono sesenta y un veces por minuto, pero mi texto sigue fragmentado, partido y manoseado tres veces más; como cánulas que al escribir una historia componen miles de ellas, como piezas del mismo rompecabezas que no logro armar, como el trayecto del mismo laberinto en el que estoy perdida.

Un abrazo parido sin dolor, impresiones en serie, el afecto al roce del tacto, el ombligo tiene un toque de dureza y desapego. El camino perdió su senda, se fue por un simple atajo. El cruce del carril tiene un pasaje de andanza y un vagabundeo a ritmo de trote. La cuesta se baja rodando en un escurrido desentierro del vientre. Los pechos llevan entre sí al agujero del vacío; se ha barrido la travesía y desempolvado las madejas, el carrete de mi ovillo enrollado sin bobina es mi cuerda, mi tendón, mi cordón.

La ansiedad de la caricia despertó una agitada sensibilidad en la piel del cuello, a tal punto que el rostro abrió sus fauces ¿por qué ir en busca de un diálogo si no hay conexión ni pauta?, debe haber un escenario para cada delirio, y un desatino para cada espacio. Desatinos, delirios, espacios y escenarios. No quiero ubicar personajes, ¿para qué quiero una situación? Sólo necesito un tiempo que invierta su propia acción y un estruendoso silencio para sentirme rumorar desde adentro, para beber las palabras y escuchar con los ojos cerrados aquella voz: aletargada, entorpecida, imperturbable, desvanecida, pasiva, indolente y mía.

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