¿Cuántas
cuerdas afinadas a un no-quiero? Suman trescientas sesenta y cinco desenvueltas en sí mismas,
todas rotas, moribundas, vibrando en caricias que no son a mí. Un aliento de
silencio, una canción callada, un callar silencioso, un aliento de canción y
una canción sin aliento. Una sordidez impropia para quien existe sólo cuando
suena. La que debió ser caricia no quiso serlo, pero no basta con tener labios
para ser beso. A usted le faltó piel ¿quiere la mía? Quién sabe si me alcance el
tono para comprar a 25 centavos una funda de besos, son sólo 2 gotas de azúcar
por porción, y no sé si mil porciones serían suficientes para tantas notas
absurdas, para tanto desapego. No podrá negar que en el otro lado lo había
escrito con un marcador que le hacía permanente el mensaje, pero si eso no le
importó, es seguro que unos días después tal vez dude un poco nuevamente porque
donde los besos serían tragados se desprendió cada segundo de un par de años
sin medida. Apartados los disgustos ya no me sorprende nada, porque nada es
todo lo que entiendo, aunque haga un esfuerzo en el que para mi no resulta
posible seguir sumergida y es que cada vez queda menos el sabor del sonido sin
saber a dónde va o si intenta que todo deje de ser demasiado obvio. Ahora
quedan sólo seis.
lunes, 8 de septiembre de 2014
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