sábado, 14 de febrero de 2015

Carta a mi abuelita


Señora Petito:

Una llamada me atrapó en el tren con la noticia de tu partida. Aquí tan lejos, tan frío, tan triste. Un mes más tarde... puedo decir que el café mantiene su aroma.

-¿Cuál es el objetivo de cada día?
Le pregunto a la Rutina, y responde el Presente:
-Ser feliz.

Se van abriendo los espacios donde estabas, y no te vemos más con los ojos de la conciencia, pero hay ojos en el corazón que miran más allá, miran hasta allá donde permaneces, tejiendo con tu croché los colores para abrigarnos el alma.

Eres una estrella en la constelación de nuestra esperanza, ya nos sentimos bendecidos y protegidos por esa luz que irradias aún cuando la noche es oscura... y cuando el día es claro, vienes vestida de sol.

El café no ha cambiado su aroma, lo bebemos sintiendo girar tu molino, con la casa enteramente envuelta por ese olor que desde la paila desprende el café tostado, tostado por ti, con tu cuchara de palo y en tu cocina de leña. La casita se cae... se cae, pero tu esencia sigue en pie... ¡Sigue en pie!

Con tus manos de papel, envolvías los poemas que eran la llama encendida de tu "ser feliz" y me sigue sonando, al menos el sólo verso que mi memoria de tiza blanca alcanzó a dibujar. (La paloma blanca voló contigo).

"A la sombra de frondosos cafetales" encontraste el amor, y el café no ha cambiado su aroma, porque siguen oliendo a amor: tu recuerdo, tu bondad, tu presencia.

¿Quién puede decir que te has ido?

1 comentario:

Gracias

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