sábado, 30 de mayo de 2020
Septuagésimo cuarto día
Antes de escribir quise hacerle dormir a la Sofi, pero ella me durmió primero a mí, sólo tiene un año y ya me da 3 vueltas. En el día recibimos como regalo hermosos dones de parte de personas con las que alguna vez he tenido la gran alegría de colaborar y que ahora tengo la fortuna de reencontrar en la virtualidad: bendiciones, paciencia, luz, amor y la representación de un colibrí, mi pajarito preferido entre todos porque además de su belleza indescriptible me recuerda al jardín de árboles de limón de mis papis donde cada tarde se los puede ver muy puntuales buscando néctar. Ser muy puntual es una obsesión que tengo, como hija de una madre muy estricta, ser puntual es una muestra de respeto según me enseñó, pero hay que ser puntual no sólo en llegar e irse, también en hacer, ser puntual en dar gracias, en abrazar, en manifestarse, en aceptar lo que es y rechazar lo que no, en seguir la intuición, en dejar lo que ya no aporta, en luchar por los sueños, en tener palabra, en cantar, en pintar, en escribir... ser puntual digo y mi escrito llega tarde, pero es que no me refiero sólo al tiempo de los relojes, sino al del viento, el sol, la luna, del latido, todo tiene su ritmo, su momento para ser puntual como un colibrí.
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