sábado, 16 de mayo de 2020

Sexagésimo primer día

Durante la meditación de ayer pude sentir un dolor, no físico sino emocional, convertirse en una bola de color naranja que flotaba arriba de mi cabeza a mi derecha, casi me paralizó, no era un dolor mío, sino uno que vagaba y se manifestó. Justamente antes, un dolor, no sé si el mismo, me daba un mensaje en mis sueños, yo que a veces tengo sueños como mensajes, di el recadito a su destinataria y una alegría me invadió el cuerpo, porque la verdad vibra lindamente, y porque esta destinataria, con piel de canela y ojos de luna, lo recibió con el mismo amor con que se lo di, el mensaje que busca sanar un dolor que quiere ser curado. Hoy acompañamos el café de la mañana con una conversación sobre milagros y cosas así, entonces nos quedó rondando una idea de lo imposible que sí es posible. Después de bañar a Sofía, el Tim la estaba vistiendo y yo fui al otro cuarto a cerrar la ventana porque el viento estaba frío ¡y qué veo!: un Bambi mirando con su dulzura la puerta de entrada de la Casamarilla. -Un Bambi, un Bambi en la entrada de la casa! -¡estás loca! cómo va a haber un Bambif (léase la f al final) -Pero si vos sabes que no miento -No digo que estás mintiendo, digo que estás loca. Salimos al jardín y lo vimos caminar en dirección al campo. Un Bambi mirando con su dulzura la puerta de entrada de la Casamarilla, es para mí un milagro, un augurio de felicidad, tal vez esa tristeza, color naranja pronto sanará y más milagros se harán verdad.

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