lunes, 18 de mayo de 2020
Sexagésimo tercer día
George apareció en el terreno que llamamos la Pájarapinta, hace un poco más de un año, un viernes. Es una tortuga super linda, Edith pasaba por ahí en ese instante y le tomó una foto y me la envió, yo tenía tantas ganas de volver del trabajo para conocerla, Tim hacía votos porque le pusiéramos un nombre masculino, ya con 7 chicas en casa nos pareció justo, le llamamos George como el solitario. Después de unas semanas el embarazo se complicó, y yo aún intentaba lograr los proyectos paralelos: los estudios, el concurso, el trabajo a tiempo completo, entonces priorizaba cosas, cernía el tiempo. Llegó un mensaje de una persona bastante querida en ese entonces, pero era un mensaje larguísimo inleíble al que no le di importancia y lo olvidé, unos días más tarde Edith preocupada me pregunta por qué no he respondido el mensaje de su amiga, entonces lo leí, larguísimo, inleíble y en resumen decía que comprende nuestra angustia por la tortuga nananá, y metros de consejos y de información, no lo leí completo, le respondí que la tortuga no nos angustia pero que le agradezco la información y que no se preocupe que cuidaremos bien de George. Nunca vino a conocer a Sofía, mi respuesta tardía fue probablemente causa de la ruptura... ¿de una amistad? pero las amistades no se rompen así. Para complacer a Edith y sin entender qué hice tan mal intenté algunos acercamientos pero no se siente la espontaneidad y la alegría que surge de los encuentros con los verdaderos amigos, después de más de un año yo aún intento lograr los proyectos paralelos a mi maternidad: los estudios, la pintura, la música, entonces priorizo cosas, cierno el tiempo, valoro la amistad que no se rompe por tortugas. La vida generosamente me brinda esos tesoros.
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