El ruido secreto
Por Danilo Borja
Soy Jorge Santa María de Champ, ex comandante del ejército de la paz de la República de Cactuán. Son las 5 de la tarde y estoy sentado en una roca blanca en la ribera del río Tiputini después de una jornada muy triste en la que buscábamos El Secreto. Llevo un corte en la pierna izquierda. Creo que me quedan pocas horas. El Secreto ha sido buscado por muchos años por varios expedicionarios. Lo buscan porque contiene instrucciones para poder hablar con las plantas y los animales. Los biólogos se han vuelto locos por encontrarlo y muchos perdieron la vida, incluyendo los miembros de mi equipo. Un grupo de sajinos atacó a mi grupo y cobró la vida de dos de nuestros miembros. Afortunadamente el resto del grupo pudo trepar los árboles cercanos y se salvaron. Unas horas más tarde perdimos dos miembros más en un pantano. Siento que fue mi descuido. Finalmente, 2 más acaban de sucumbir por un ataque de pueblos originarios. Éramos 7 cuando salimos de la capital y ahora sólo quedo yo. Temo por mi vida y siento la responsabilidad de informar sobre el fallecimiento de los miembros del equipo. Además, tengo el Secreto en la mano y no creo que voy a alcanzar a leerlo y menos a utilizar su sabiduría. Debo decidir entre comunicar la muerte de mis compañeros y leer las instrucciones para hablar con las plantas y los animales. He decidido dejar una nota para los familiares. La única forma que de hacerlo es escondiendo las frases dentro de un ovillo que se asemeja a un ave y esperar a que se convierta en un águila harpía y que aterrice en casa de las viudas. El águila cargará en su espalda el Secreto y estas tres frases: Vengan al Tiputini y hablen con los animales; las plantas les dirán más sobre los suyos; dejen en paz a los pueblos originarios.
Soy Jorge Santa María de Champ, ex comandante del ejército de la paz de la República de Cactuán. Son las 5 de la tarde y estoy sentado en una roca blanca en la ribera del río Tiputini después de una jornada muy triste en la que buscábamos El Secreto. Llevo un corte en la pierna izquierda. Creo que me quedan pocas horas. El Secreto ha sido buscado por muchos años por varios expedicionarios. Lo buscan porque contiene instrucciones para poder hablar con las plantas y los animales. Los biólogos se han vuelto locos por encontrarlo y muchos perdieron la vida, incluyendo los miembros de mi equipo. Un grupo de sajinos atacó a mi grupo y cobró la vida de dos de nuestros miembros. Afortunadamente el resto del grupo pudo trepar los árboles cercanos y se salvaron. Unas horas más tarde perdimos dos miembros más en un pantano. Siento que fue mi descuido. Finalmente, 2 más acaban de sucumbir por un ataque de pueblos originarios. Éramos 7 cuando salimos de la capital y ahora sólo quedo yo. Temo por mi vida y siento la responsabilidad de informar sobre el fallecimiento de los miembros del equipo. Además, tengo el Secreto en la mano y no creo que voy a alcanzar a leerlo y menos a utilizar su sabiduría. Debo decidir entre comunicar la muerte de mis compañeros y leer las instrucciones para hablar con las plantas y los animales. He decidido dejar una nota para los familiares. La única forma que de hacerlo es escondiendo las frases dentro de un ovillo que se asemeja a un ave y esperar a que se convierta en un águila harpía y que aterrice en casa de las viudas. El águila cargará en su espalda el Secreto y estas tres frases: Vengan al Tiputini y hablen con los animales; las plantas les dirán más sobre los suyos; dejen en paz a los pueblos originarios.
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