EL MONSTRUO DEL JARDÍN
Por Marlene Arévalo
Un pequeño pueblo amaneció con una triste noticia, había fallecido Alejandro, un señor bien parecido, de tez blanca, de gran estatura y con profundos ojos azules. Fungía como médico del pueblo, por lo tanto era una persona muy querida por todos, la causa de su muerte, una vela encendida produjo un incendio en su habitación.
El día del sepelio nadie se quedó en casa, un sentido discurso fue pronunciado por el escribano del pueblo.
Posteriormente al fondo del cementerio se hallaba un grupo de hombres, una niña de seis años de edad aproximadamente, quien había acudido con sus hermanas, se alejó de ellas, sintió curiosidad, se acercó donde estaban los hombres, le costó mucho trabajo por su pequeña estatura acercarse a una mesa improvisada con tablas, cuando logró estar en primera fila pudo ver que el cadáver había sido sacado del ataúd y colocado sobre la mesa.
Pálido como una cera lucía el difunto, no tenía rastro de quemaduras, decían que murió por asfixia.
Luego procedieron a cortar su cráneo y tórax con un serrucho, posteriormente supe que eso se llamaba autopsia, considero que fue un método extremadamente rudimentario impensable e inimaginable.
La niña que observaba sintió que un sudor frío recorría su cuerpo, levantó su carita con la esperanza de que entre los hombres estuviera su padre, que por cierto fue quien pronunció el discurso, pero no pudo reconocer a nadie.
Con movimientos torpes empezó a salir del grupo, sus débiles piernas parecían no sostenerla, miró a su alrededor, la gente se había retirado.
Llorando desconsoladamente empezó a caminar entre unos árboles de pino, a lo lejos pudo divisar un hombre sentado en un pequeño jardín del cementerio, estaba de espaldas, llevaba sombrero y un chaleco de rayas.
Dejó de llorar, se secó las lágrimas, continuó caminando, se acercó lentamente, muy temerosa, cuando al fin pudo ver su rostro, éste se asemejaba al de un elefante. Un grito desgarrador se escuchó, pensó que se trataba de un mal sueño, quiso salir corriendo.
El personaje se quedó quieto, con voz muy dulce le dijo. No te asustes mi pequeña Diana, no te haré daño, la miraba con sus grandes y tiernos ojos.
¡Sabes mi nombre! Exclamó la niña, esto le inspiró confianza y decidió quedarse.
Soy el monstruo del jardín exclamó su nuevo amigo, llevo varios días aquí, no todas las personas pueden verme o escucharme, me alegro que tú puedas hacerlo, por eso solicito tu ayuda.
¿Qué puedo hacer por ti? Dijo la niña mucho más tranquila.
Solamente debes tomar mis manos, mirarme fijamente a los ojos y podré regresar al lugar donde está mi familia y amigos.
La pequeña Diana lo pensó por un momento y decidió prestar su ayuda.
Cuando tomó sus manos y lo miró fijamente a los ojos sintió como si se elevara a otra dimensión, una sensación de paz invadió todo su ser, cerró luego sus ojos y al abrirlos su amigo ya no estaba, pudo ver cómo una luz se alejaba en el infinito.
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