jueves, 13 de mayo de 2021

Escritura creativa

Por Vanessa Padilla 

“Cara de Elefante”.  Isabel Albornoz

Escuchaba gemidos, sentía como si un aliento frío le rozara, no podía ver nada, tenía la piel crispada, un escalofrío, estaba descalza sintiendo sus pies penetrar a cada paso en un lodazal cuyo olor era una mezcla de lluvia y algo gelatinoso, era desagradable, pero junto a la sensación penetrante de los sollozos, sus pies resistían mejor que sus oídos, avanzaba, pero sin saber adónde, la oscuridad se intensificaba con el frío, la humedad del aguacero y el sudor se confundían y una sensación profunda de insolencia empezó a apoderarse de su alma, el miedo, la confusión y la desesperación hacían su baile lúgubre como si todo fuera un juego, pero a ella no le gustaba esta danza de emociones atroces que la vulneraba, de repente se encendió una luz, mientras el olor del lodazal empezaba a aumentar vio pasar una sombra, se acercó cautelosamente a aquel pequeño destello para observar de qué se trataba todo esto, y vio a aquella figura, arrogante, de sonrisa forzada como si la vida fuera una alegría obligatoria y muy fingida, paseaba con un ritmo ágil y se contorneaba con las manos en los bolsillos como si fuera el mismo Pedro Navaja sólo que a éste no le brillaban los colmillos, su mirada era profunda mero miraba en otra dimensión, es difícil explicar, sus orejas de elefante se balanceaban con el andar, y esa especie de animal-humanoide empezó a gemir aún más fuerte, era su lenguaje. Escondida entre las sombras intentaba acurrucarse en sí misma, protegerse el pecho, abrazarse y darse abrigo, se quedo inmóvil cuando se percató que aquella libélula del diablo que volaba acompañando al monstruo, había advertido su temblorosa presencia, sin saber cómo actuar, envuelta en frío y mazamorra, descalza y agobiada por la oscuridad y su propia fragilidad esperó casi aguantando del aire que el monstruo no la viera, pero en un momento lo tuvo ahí, de pie, mirándola en picada con su permanente sonrisa falsa y con sus gimoteos agudos, se dirigió a ella en un tono grave que ella no había escuchado nunca y le anunció que tenía hambre, que se la comería de no estar tan pequeña porque no come insectos, que su tembladera sólo muestra su desamparo pero que no debe esperar que la lástima sea su heroína, al contrario, tanta debilidad repugna. Ella se dio cuenta de que ese monstruo soberbio y atroz reflejaba su propia sonrisa de querer agradar a todos sin ser ella misma, con esta revelación se hundió aún más en el lodo frío, no se volvió a saber de ella, sólo la libélula podría atestiguar su desaparición.

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