Soledad, enreda su cabello entre los dedos camina descalza... sola.
Siente, Soledad, la humedad de la tierra a cada paso, el ardor de su alma en el suspiro,
el temblor de un extravío llamado “presente”
y un miedo latente llamado “sin marcha atrás”.
Siente soledad... la siente honda.
En ese laberinto que es su mundo,
se funde en recovecos de nostalgias futuras, en la hojarasca de su alma se reconoce amparada pero en vano enredada y ardientemente sola.
Presiente que el silencio es su compañero de andar y en los poros abiertos de sus pies desnudos siente la fertilidad de una cuna sin fronteras... de una patria universal.
Soledad, desenreda su cabello con los dedos camina descalza... consigo misma, no está tan sola.
Siente, Soledad, el alma del mundo, la osadía de su piel en el delirio, la pasión de su presente,
su aventura sin marcha atrás.
Baila tu camino al compás del viento ¡no te declares perdida, Soledad! Soledad, sol, abrigo, pasaje angosto, soledad contigo misma... libertad.
La vida no es un nudo a zafar,
no te has perdido ¡te has hallado Soledad! Despliega tus pies en el sendero
da el salto sincero a la ciega voluntad.
Y si la soledad termina, que no termine del todo porque ella inspira, florece, conspira, provoca. Soledad, pequeña náufraga de tus propias lágrimas báñate en ellas, renace y llora un poco más.
Piérdete en tu laberinto perfecto Soledad como tu nombre, en soledad como tu ser transita andariega y constante...
y siente la soledad... siéntela honda.
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