Ayer, en el primer recreo, hacía como todos los lunes una vigilancia en el hall de la escuela, cuando se acerca uno de mis alumnos, no le llego ni a los hombros, pero tiene la ternura de un niño chiquito, había envuelto en una servilleta un chocolate especial que trajo desde Bélgica, y me dice: este chocolate es para ti. Estaba delicioso, no sólo porque realmente era un chocolate bien rico, sino porque ese gesto de generosidad y de cariño fue hermoso, me recordó a la Sofia y a los niños de la escuela que a veces en la mañana me entregan piedritas, palitos y flores. Soy un ser humano con mucha suerte.
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