No sé si ese roce de lodo era una caricia pero creo que de alguna forma despertaba un exceso desordenado de no tener ideas, y no pude recordar cuándo fue la última vez que una caricia se había ahogado en mi ombligo. Decidí levantarme para tejer unas medias-secas y una cobija con las agujetas de las llaves que se tragó la puerta.
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