“Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego”.
César Vallejo
La aflicción propia de una sociedad excluyente causa una pérdida referencial que obliga al individuo a atravesar un puente que pende de unos cuantos hilos, con la indecisión de volver o seguir cruzando y con la incertidumbre de no saber si aquellos hilos se arrancarán o lograrán sostener tantas dudas.
De las rupturas del orden y de la variabilidad incesante se apropia Cortázar y con su genio rebasa las limitaciones del lenguaje para manifestar con su obra la angustia profunda del desaliento latinoamericano, jugar a su Rayuela es entrar a un laberinto escrito donde no se podría afirmar si las letras son las paredes que obstruyen, los caminos que se abren, o el propio extravío que lleva el sujeto como parte de su ser.
Anomia es el desarraigo que acrecienta la angustia, sin estructuras, ni paradigmas, sin actos de fe, sin esperanza, la carencia de un referente, un umbral sin entrada ni salida, un indicio clausurado.
Se corre el peligro de falsos modelos que se apropian del lugar que un dios (antes existente por incidencia cultural) abandonara por falta de argumentos y credibilidad; se muere el dios y al morirse va matando la parte del ser que en él creía, la parte que sobrevive queda vacante, de ahí la amenaza de que el vacío sea llenado con cualquier deidad.
Incluso las figuras que en la niñez marcaban las pautas del querer-ser se achican de a poco, cada vez más, hasta que suena un ¡plop! y desaparecen.
El cordón umbilical que unía al individuo con el mundo no necesita ser cortado, se corta solo, a punte desencanto y en busca de una soledad que cicatrice el desgarramiento; el mundo se deshace y se reduce a simple burbuja: frágil, quebrantable, inconsistente; en este estado sería deseable que el ¡plop! no volviera a sonar, (mejor si empieza a soñar).
Si el cuadrante ya no marca el norte, ¿cómo saber hacia dónde se debe tomar el rumbo? ¿cómo saberlo si se ha perdido la pauta primordial? el eje se dibuja como el camino trazado que simplemente hay que recorrer para salvar de la angustia al sujeto extraviado, pero ¿quién sabe si este camino logre conducir hacia donde la esencia de la búsqueda quiera dirigirse?
De las rupturas del orden y de la variabilidad incesante se apropia Cortázar y con su genio rebasa las limitaciones del lenguaje para manifestar con su obra la angustia profunda del desaliento latinoamericano, jugar a su Rayuela es entrar a un laberinto escrito donde no se podría afirmar si las letras son las paredes que obstruyen, los caminos que se abren, o el propio extravío que lleva el sujeto como parte de su ser.
Anomia es el desarraigo que acrecienta la angustia, sin estructuras, ni paradigmas, sin actos de fe, sin esperanza, la carencia de un referente, un umbral sin entrada ni salida, un indicio clausurado.
Se corre el peligro de falsos modelos que se apropian del lugar que un dios (antes existente por incidencia cultural) abandonara por falta de argumentos y credibilidad; se muere el dios y al morirse va matando la parte del ser que en él creía, la parte que sobrevive queda vacante, de ahí la amenaza de que el vacío sea llenado con cualquier deidad.
Incluso las figuras que en la niñez marcaban las pautas del querer-ser se achican de a poco, cada vez más, hasta que suena un ¡plop! y desaparecen.
El cordón umbilical que unía al individuo con el mundo no necesita ser cortado, se corta solo, a punte desencanto y en busca de una soledad que cicatrice el desgarramiento; el mundo se deshace y se reduce a simple burbuja: frágil, quebrantable, inconsistente; en este estado sería deseable que el ¡plop! no volviera a sonar, (mejor si empieza a soñar).
Si el cuadrante ya no marca el norte, ¿cómo saber hacia dónde se debe tomar el rumbo? ¿cómo saberlo si se ha perdido la pauta primordial? el eje se dibuja como el camino trazado que simplemente hay que recorrer para salvar de la angustia al sujeto extraviado, pero ¿quién sabe si este camino logre conducir hacia donde la esencia de la búsqueda quiera dirigirse?
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