Aunque el escenario fuera en adelante aquel minúsculo espejo… hay que
sonar, sonar fuerte, con una voz delirante y bailar con exaltación porque el
cuerpo marca el ritmo de su propia musicalidad, es el cuerpo el que en una
especie de trastorno se rebasa, se extravía… arde.
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Despedida
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