Nada está listo
para empezar. La vela no servirá hasta encontrar unos fósforos que dejen de
estar mojados. En vez de encenderse se derriten y es extraño porque lo han
hecho sin entender al calor que no les ha ocurrido. Yo soplaba para ayudarlos
pero los mojaba más porque perdí el control que deja la saliva dentro de la
boca. Debí rehabilitar al control con ejercicios constantes de bocabierta
repitiendo una y otra vez hasta que decidí con la garganta seca que era muy
cansado intentar deshumedecer algo cuando sólo puedo concentrarme en los nuevos
fósforos que podría comprar para evitar el desgaste.
La vela por fin se
consumía goteando a un ritmo diferente al agua que se aceleraba de acuerdo a
los giros que haya dado la llave, y de alguna manera la candela no se movía al
ritmo de la cera que goteaba espesa; mientras tanto busqué en la caja de hilos
la aguja perfecta (pero todas eran para coser), debía hallarla antes de que se
descosiera la boca y empezara a hablar con esa voz estridente y desarticulada
que quién sabe qué podría decir.
Sostuve con
algodón la aguja que se enrojeció con el calor ¿cómo podría explicar que era
preciso pincharme los pies sin que suene muy agudo? quien me escuche debería
usar los filtros de agravar que desesperadamente construyó alguien que quería
quererme pero mejor se dedicó a esquivar estados de exaltación.
Mis pies estaban
dispuestos, eran sus dedos los que desordenados se cambiaron de lugar. El
anulador estaba en medio, el medio en el final, el indicador dio un salto
izquierdo, los demás extraviados no supieron volver al sitio y en medio del
caos gotearon aún más espesos que la cera. Qué confuso se siente tener la
cabeza menguando con la llave abierta.
Quise reconocer la
sombra que me perseguía tarareando, pero ni mis piernas pude sentir, tenía que
tocarme para saber si era yo quien estaba acá o me había ido tras lo que me
falta cuando le sobro.
Volví a lo mismo:
llave abierta, vela apagada, dedos mezclados, aguja perdida, fósforos
derretidos, suelas desgastadas, pupilas dilatadas, cuerdas extraviadas y
cabellos caídos. Corrí para alejarme (de
mí) y caminé en reversa para que mis dedos volvieran al sitio de las huellas
que gotearon de mis pies mientras se desvanecía la vela.
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