Mi querida Vanesa y sus “Historias de
trapos”
Antes de que me quede en blanco y se me escapen
las ideas que intento escribir sobre tí, pido clemencia por lo primario de mi
lenguaje y lo desordenado de los párrafos que resultará al final. (que como tú
dices no es el final sino el cierre de un ciclo, parte de otro, solo juego de
palabras, o algo así….)
Mi primer intercambio dialéctico contigo
tuvo ocasión un día, cuando agarrados de tu mano artística recorrimos la
Reserva de Arte Contemporáneo, de lo cual, estoy seguro, algo debe haber
quedado en la mente de mi hijo de siete años a esa fecha. Luego hemos dialogado
algunas cosas, a veces con algo de tiempo y otras al apuro, aprovechando al
máximo los minutos que podemos robar a esta camisa de fuerza cual es el servicio
público, (por no decir el servicio a la burocracia, palabra que hoy se explota
en detrimento del trabajo que algunos sí hacemos a conciencia, pero que
desgraciadamente a nosotros sí nos corresponde servir a la burocracia).
Como hemos de ser sinceros y hemos de desnudar
nuestra amistad, (por ahora solo de mi parte), paso a mis percepciones sobre
ti. Desde ese primer día nos “caímos” muy bien, (al menos eso espero) y me
emociona cada vez que nos encontramos, porque de por medio está un fuerte
abrazo y un beso de amigos, aliciente apropiado para levantar el ánimo si algo
no andaba bien a ese momento. Con ello me he alimentado de tu sensibilidad que
la llevas a flor de piel, aunque si me porto egoísta quisiera que dicha forma
de saludo fuera solo para mí.
Luego lo de tus inquietudes, estudios,
literatura. Tu manía de tragalibros que me involucra con aquellos capaces de
hacer un pequeño listado de los libros que han pasado por nuestros ávidos ojos.
De pronto me sorprendes con que trabajas en
la PUCE, y mi sorpresa no es porque yo crea que para ello no tengas capacidad,
sino por tu juventud, (en apariencia usted es una adolescente), que después de
esto ya no estoy para dar consejos sino para aprender de ti.
Pasemos ahora a tus trapos: Creo que el
primer aviso de tu exposición lo recibí por correo y, aunque no lo creas, solo
contesto o llamo al celular a los que en
verdad me interesan, (en realidad muy pocos: tú, él, vosotros, ellos). Como
recordarás no pude asistir a la inauguración, pero recibí el libro alusivo de
tus propias manos. Empecé a leerlo y llegué como hasta la mitad, antes de salir
de vacaciones. Luego al regresar de las mismas me han cautivado otros títulos y
lo he puesto en lista de espera (hasta hoy). ¿Mi opinión? En realidad no tengo
opinión pero opino que tus textos desbordan metáforas, sensibilidad, soledad,
literatura circular (¡qué invento el mío!), pasión, sentimientos, amor…Si fuera
religioso conservador dijera que las siete virtudes teologales juntas,
sasonadas con ciertas experiencias oníricas que te hacen delirar.
Pero en realidad mi opinión tendrá muy poco
peso para ti porque mi sensibilidad llega
a lo común y primario, debido a mi formación con números, espacios,
fórmulas, teoremas, reglas, matemáticas, presupuestos…y lo máximo que podría
decir es… ¡Muy lindo! ¡Muy bonito! ¡Muy interesante!, ¡muy bien escrito!
Sin embargo me he deleitado con la lectura
de tus profundos y poéticos textos, aunque gramatical o estéticamente no sea
capaz de emitir aquellas opiniones expertas, pero que quienes las emiten, de
tanto serlas, se vuelven ininteligibles y yo no quiero opinar así.
Hoy estoy escribiendo esto porque recibí un
último correo recordándome la promesa que te hice de visitar tu muestra. Lo
haré me dije, y aproveché unos 15 minutos que me sobraron de un almuerzo a la
carrera. Luego de averiguar al señor guardia en dónde estaba “Historia de
Trapos”, me dijo que en el primer piso a la izquierda. Subí las gradas y a lo
lejos (¡Qué buen ojo!), divisé las letras cursivas de tu muestra. Antes de
entrar a la sala, el señor José María Velasco Ibarra, quien se encontraba
detrás de una mampara de vidrio a la entrada, me decía con señas que no era ahí
sino arriba. No le hice caso y pasé. Todo ese tiempo (15 minutos), estuve solo.
Empecé a recorrer y me encontré con que la historia de trapos era el mismo
libro que me regalaste, enmarcando miniimpresiones gráficas y muy pocos elementos un poco…
¿?????
Te preguntarás para qué tanto testamento
para decir, al final, que no entendí. No es mi intención, pero confieso que
esperaba ver más trapos. Con esto quedo en evidencia de que tengo algún tipo de
sensibilidad cuadrática, a lo mejor PV, ignorante en arte, que ya no alcanza a
comprender aquellos embustes o provocación del arte moderno.
Me quedo con el libro….
Te lo dije, puede salir cualquier cosa
porque se escribe de un solo tirón, pero te la envío con todo cariño.
Saludos y besos
Leonardo Loayza
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