martes, 5 de diciembre de 2017
Dr. Wunderlich
Era el año 2006, yo trabajaba en un lugar miserable dando amor en un ambiente de violencia e irrespeto, los caminos coincidieron en una salida al volcán, los niños a los que acompañaba me querían y yo a ellos, en la cabina que nos elevaba estaba él, que no comprendía mi rol, una mezcla de autoridad y amiga entrañable, como si ambas cosas no pudieran coexistir. Hizo su recorrido y volvimos a encontrarnos para tomar un jugo de naranjilla juntos por la noche, la naranjilla que es ácida y dulce como lo que vendría en los años a venir. Sólo magia hubo, sólo amor del bueno, cada uno con sus sombras en el alma, son sus tristezas y dolores, pero con la sonrisa pintada para brindar a los demás más de lo que podíamos brindarnos a nosotros mismos, aprendí a cuidar de otros, a sensibilizar sobre la discapacidad, usé mi nariz de payasa, muchas veces, muchas, dar amor fue el aprendizaje, asumir la distancia, la separación irreversible, que los lazos sean del alma, que las bendiciones no requieran una religión, que el deseo se manifieste en el florecimiento de una flor silvestre, todo el color de mi vida inició ahí. Compartir amor es mi homenaje a su presencia en mi vida, a su ausencia simultánea que es su sólo defecto, quedan los colores y el amor... und das ist ohne Ende...
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