lunes, 13 de abril de 2020

Vigésimo octavo día

Anoche con mucha generosidad los vecinos le regalaron a Sofía un conejito de chocolate, no es una tradición en el Ecuador entonces ni se me ocurrió conseguirle uno, además, desde que se me acabó el manicho intento no pensar en chocolate. Agradezco el privilegio de estar a salvo en casa, de poder mantener los rituales para el alma y la salud, la alegría de acompañar a la Sofía en este aprendizaje, y que mi familia en Ecuador tenga conciencia de la gravedad de la situación y cuiden de ellos, no sé qué sería de mí si mi ñaña no hiciera por su familia y mis papis todo lo que hace, allá son un equipo y su vitamina de cada mañana llega virtual en forma de sonrisas, muecas y sonidos de bebé. Aquí, aunque los franceses se quejan mucho, tenemos la suerte de que están haciendo todo por protegernos, y sin embargo, la imprudencia mal vestida de rebeldía hace que se siga perdiendo muchas vidas, pese a tanto esfuerzo, hay mucho egoísmo e irresponsabilidad y siempre mucha queja. Cuando pienso en mi país, en mi gente, en el pueblo, me desmorono al ver que hay un cobarde rodeado de criminales, cínicos, ladrones, haciendo festín aún en estos momentos, y no me interesa discutir de política, ni que me den lecciones y terminen bravos porque no me hago derechosa, independientemente de lo que sostengamos como ideología política, lo que pasa en Ecuador es criminal y es desgarrador.

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