sábado, 23 de mayo de 2020

Sexagésimo octavo día

Las hormonas me daban el derecho a muchos caprichos, yo aproveché, a las 3 de la mañana tenía ganas de jugo de naranja con plátano, con toda la paciencia el Tim se levantaba para prepararlo, antes de dormir tenía ganas de que me cuenten un cuento, yo decía que era para estimularle a la Sofi :-) empezamos a leerle cuentos en alemán, francés y español desde que estaba en el vientre y se alegraba mucho cuando escuchaba la voz del papá, los ladridos de la Maya y las campanas de la iglesia de Auvers, hoy, exactamente hace un año caminábamos en el campo como cada tarde, yo tenía mucho dolor en el pecho y del nervio ciático, arrastraba la pierna, no podía caminar pero él insistía tanto que fui, sólo llegué a la mitad del camino, ahí una pareja hindú se acercó y la mujer me bendijo y bendijo a mi hija, su bendición fue un regalo sagrado. Cuando volvimos a casa era tarde y le pedí a Tim que leyera el cuento, él estaba ocupado y dijo: -pronto, pero para él pronto no era pronto porque ya pasó una hora y no venía, le odié, me fui a otro cuarto y lloré tanto, no lo odiaba en realidad, no lloraba por el cuento, tenía miedo, mi intuición me anunciaba que venía algo fuerte, lo más fuerte de mi vida, tenía los tobillos super hinchados y la tensión en las nubes, entre llanto y sueño escuché la voz de mi mami: -Tranquila Vane, todo va a estar bien. Me calmé, me dormí y mi corazón sabía que estaba lista.

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