sábado, 12 de septiembre de 2020

Proceso creativo en cuarentena

Buenas noches, soy Vanessa Padilla, Cantariega, voy a contarles un poco sobre mi proceso creativo:

3 meses antes de que la cuarentena iniciara en Francia tuve el sueño de un bunker construido ilegalmente debajo de mi jardín donde veía latas de conservas, el bunker está ahí y a partir de ese sueño empecé poco a poco a almacenar alimentos, gel y todo lo necesario para vivir sin tener que salir de la Casamarilla, durante los 100 días del confinamiento obligatorio tuvimos que ir de compras una sola vez… por café. Los siguientes días de aislamiento fueron y son voluntarios. Y de esta experiencia puedo decir que me valió seguir mi intuición, obedecer mis sueños es una ley para mí, y junto al hecho de producir el propio alimento, reciclar material, disminuir el consumo y reducir el desecho, hay un primer acto creativo.

Cuando se decretó oficialmente el confinamiento dejé a un lado mi tesina que era mi prioridad en ese momento, y la dejé para bordar y para escribir, bordar era imprescindible porque era un acto simbólico que consistía en bordar los nombres de las personas que amo para formar un mandala y utilizarlo en mi meditación diaria para enviarles amor y protección, me sentía muy orgullosa de ver que con el pasar de los meses ninguno de quienes están en mi mandala habían contraído el virus, pero hace pocas semanas empezaron uno dos, diez, quince… afortunadamente todos se recuperan muy bien. Bordé con premura 90 nombres, recuerdo la desesperación con que bordaba la tela, como si efectivamente el inscribirlos en mi mandala pudiera salvarles la vida, fue hermoso saber que amo a tanta gente, pero si hiciera una versión actual sólo bordaría 30 nombres, porque la crisis me mostró nuevos perfiles de mí misma y de los demás, pero en ese momento respondí a un llamado de lo más profundo del corazón, con la mezcla de miedo, de impotencia, de lejanía, de vulnerabilidad y con todas estas emociones a flor de piel, desde el primer día del confinamiento me propuse narrar diariamente algún aspecto de la cotidianidad en mi blog. Al estar encerrada, no pasaba gran cosa, entonces el más ínfimo detalle, memoria, sensación, podía convertirse en un tema para narrar cada día. 

La intimidad del encierro fue una forma de descubrimiento de muchas cosas, de replantear la perspectiva del camino de la vida, el sentir cómo la muerte va lastimando a gente querida me ha hecho preguntarme si ahora mismo lo que estoy haciendo es lo que quiero hacer, entonces vienen mil preguntas y mi pregunta más importante fue ¿por qué no estoy pintando?

La música fue una parte fundamental para sostenerme, las clases de percusión corporal con el Lenin Izquierdo de Percusión Ecuador, las clases de guitarra con el Sebastián Vallejo, y el escuchar en vivo la música de los amigos de La Estación Quito, que no sólo interpretan canciones, sino que dan una lección de perseverancia para mantenerse de pie frente a la adversidad, todo eso me levanta cuando parece ponerse todo muy gris. Durante estos meses he visto con una emoción desbordante cómo desde el espacio del arte en general hay una lucha para resistir. El miedo no mata la creatividad, si uno no se deja, y no digo que sea fácil.

A algunas personas les gustaba ver cómo podía contar bonitamente cosas tan simples del día a día, y una querida amiga, colega artista, me pidió que le diera unos consejos de cómo hacerlo, entonces surgió la idea de crear un taller virtual de escritura creativa que estaba pensada para un mes, pero ya vamos en el tercero, para algunas de las sesiones de este taller diseñé unos ejercicios que luego me dieron la pauta para el trabajo que envié para la convocatoria de Vidas porno, y es que con la polisemia y las palabras inventadas intenté hacer mis propios “Glíglicos”, inspirada en el capítulo 68 de Rayuelade Julio Cortázar. Las Cantoplasque escribí están dedicadas a alguien a quien muchas veces le dediqué mis escritos, alguien que, por supuesto está en mi mandala, y aunque muchas de las palabras sean inventos y los versos estén enredados, es una forma bonita de decir adiós, de decir gracias y de desnudar no sólo el cuerpo y las pasiones, sino también los afectos, recuerdos y secretos.

Para mí hay dos maneras de vivir la sexualidad, la tangible y la abstracta, en mi caso, en esta tangible, no sólo está la pareja y los caminos por los que nuestra sexualidad nos lleve, está también, por ejemplo, el hecho de amamantar que me resulta una unión igual de bella física y espiritualmente, por eso después del reto de los 100 días de escritura iniciamos con Elizabeth Yeroví, artista plástica, el reto de registrar durante otros 100 días elementos del día a día vinculados intrínsecamente a la maternidad. Y con respecto a lo abstracto, lo literario me resulta un espacio donde todo es posible. 

Al final lo que producimos como resultado de nuestra experiencia íntima se abre a lo colectivo, cuando sale de ese espacio íntimo, cerrado, esencial, confinado, hacia los ojos ajenos que también nos hacen existir, ese objetivo del arte no es sólo recurrir a un lenguaje literario, plástico o musical para crear, sino compartirlo, comunicar, conocer, identificarnos o no, pero saber que hay tantas maneras diversas de vivir y de afrontar las experiencias que la vida nos presenta.

Después de haber tratado de hallar en lo más simple un tema con el cual crear, me gustaría decir que la sexualidad en cualquiera de sus manifestaciones, es sólo una de las tantas cosas íntimas que nos sostienen en momentos de crisis. 

Les invito a todos y todas a participar en esta convocatoria y a formar parte del proyecto. 

 

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