Por Vanessa Padilla
El hilo rojo de mis entrañas se enreda a veces en el fracaso y en la soledad, se confunde con los cabellos largos cargados de pasado. Se desmorona el pecho, el plexo, la mirada baja, pero a la vez se reconstruye, se transforma el cuerpo. La pasividad no es lo mismo que la calma, pero a veces no las sé identificar, en el encierro me concentro en el hilar del cordón de plata, el cordón de sangre, el cordón de fuego que me arde en las entrañas. Soy lo que mi madre y mi abuela fueron construyendo, más lo que yo misma hago de mí. Huelo a café y a letras de cuentos, a tierra para la cosecha, a rosas para sanar, a humo que purifica. Mi hilo se enreda porque a mí me gusta jugar con las reglas impuestas, las enredo y juego, vivo, soy, no me desbarato, pero soy sensible, respiro, mis manos acarician, en el dolor me consuelan, me alivian y sigo siendo. Aquí estoy.
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