sábado, 24 de octubre de 2020

Shungo (el pajarito pintor)

 

Para Sofía, Sebastián y Vicente

 

Tuí tuí tuí, Shungo era pequeño, pero de plumas relucientes y voz cadenciosa, a este pajarito le gustaba mucho contar historias, las contaba cantando, las cantaba contando, solía inventar palabras, describir sueños, narrar las leyendas de sus abuelos y lo que leía en las hojas de los árboles o en los libros de cuentos.

 

A veces surcaba el cielo muy alto para imaginar nuevas historias en su vuelo, inspirándose en las formas de las nubes, en el silbido del viento, en el cielo ondulado, en la luna lunera, en el sol solecito, y en la lluvia… en ella se inspiraba todavía más, porque aprovechaba el ritmo del goteo.

 

Shungo navegaba también muy bajito para descubrir nuevas historias en las huellas del camino, en las piedras de tropezar, en la hierba de los campos, en las semillas que germinan… en… en… de todo le salía una canción, y contaba las historias con bellas melodías y las compartía con otros seres.

 

Iba Shungo de árbol en árbol a transmitir sus historias, pero un día llegó demasiado lejos, aunque no tenía miedo, porque siempre sabía cómo volver, sin darse cuenta cayó la noche y hacía mucho frío, en la oscuridad no pudo reconocer el camino así que se guareció donde pudo y ¡aaachí! se resfrió, y por estar canta y canta más de lo que le daban las fuerzas, se quedó sin voz, ¡sin voz! ( ¡sin voz! ). Estaba tan triste el pequeño Shunguito, sentía que tenía muchas nuevas historias para contar y cantar, pero sin su voz ¿cómo lo iba a hacer? Sentía que se le hinchaba el pecho de historias y cantos y se volvió tan pesado que ya no podía volar.

 

Sin canto, ni vuelo, andaba Shunguito también sin rumbo, intentando hallar una solución, pues de su pico no salían sino susurros y en sus alas no había ningún revoloteo –(así las historias no llegarán a nadie)- se lamentó. En una de sus andanzas escuchó a alguien cerca de los campos de trigo, se acercó con curiosidad y encontró a Vicente Goghrrión, un pajarito de pecho rojo, muy sencillo y generoso que le ayudó a darse cuenta de que no tenía sentido estar tan triste en un día tan brillante, había tantos colores alrededor y todos tan hermosos que su tristeza y angustia se convirtieron en esperanza. Su nuevo amigo le ensenó a utilizar los pigmentos de las flores para ponerle color a la vida.

 

Shunguito se arrancó una pluma de la cola y la usó como pincel y pidiendo permiso a las flores les arrancó con mucho cuidado algunos pétalos y usó sus tintes para ponerse a pintar siguiendo los consejos de su buen amigo y así empezó a explorar maneras de cantar con los colores, entonces hizo algo así:

 

Con los pétalos de la rosa roja pintó un corazón que latía alegre en DO DO DO

Unos círculos jugosos hechos de luz y agua parecían dulces naranjas para cantar RE RE RE 

Imitando los gestos y pinceladas de Vicente Goghrrión, colocó en su canto, digo en su cuadro, unos bellos girasoles que irradiaban amor en el tono amarillo de MI MI MI

Un delicioso limón verde claro vibraba en FA FA FA

En el fondo pintó con verde oscuro las montañas de los Andes que, como todos sabemos, sonaban SOL SOL SOL

Añadió un poco de cielo del día porque, por supuesto, el celeste se escucha LA LA LA

Y para completar su historia puso el azul de las olas del mar porque la calma suena aSÍ SI SI.

 

Cuando hubo terminado se sintió feliz, pues había coloreado una nueva canción de alegría para compartir. Desde esa vez pinta y pinta, aún cuando se quedó en silencio no dejó de expresar lo que sentía, poco a poco recuperó la liviandad y con el tiempo pudo volver a volar y a cantar, casi no distinguía si los colores sonaban o los sonidos brillaban, se convirtió en un gran pintor que desplegaba esperanza y amor en montañas y bosques, en cordilleras y mares, y a veces se lo ve acercarse a las ventanas de los niños y niñas a los que les gusta cantar y contar historias pintadas.

 

Vanessa Padilla

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