EL JUEGO DE LA VIDA
Por Isabel Guaricela
Estas son las marcas que me ha dejado este juego, el juego de la vida; se dijo para sí Norma, mirándose, con cierta complacencia, al espejo; una cansada pero feliz mujer que a sus cincuenta y ocho años veía su existencia en retrospectiva. Y es que ella había jugado en una cancha marcada por reglas que en la época de su juventud habían sido impuestas por una sociedad hipócrita. Ahora, cuestiona el significado de lo que es la virginidad. Hoy es, simplemente, un aspecto biológico del cuerpo de la mujer, mas no la etiqueta de pureza física y espiritual que, según la sociedad de entonces, la perdió cuando conoció al hombre que creía sería el único en su vida. Este juego tuvo que jugarlo sola porque cuando él se enteró que habían concebido un niño, desapareció. Y el equipo al que ella pertenecía, su familia, y en quien confiaba que la sostendría y apoyaría si fallaba alguna vez, no lo hizo, la dejó sola con su problema y la echó del hogar.
Este momento, reflexiona acerca de todo lo que debió hacer para salir adelante con su hijo y se siente una ganadora porque triunfó la vida y con ella todo el aprendizaje que esta experiencia de dejó: con amor y entrega todo se puede alcanzar.
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