Tomás y El Viento
Por Danilo Borja
Tomás de 65 años lleva un terno gris y una camisa blanca muy elegante y resplandeciente. Su corbata es negra y combina perfectamente. Tomás está sentado en un cuarto húmedo. Va descalzo para sentir la arena del cuarto. Una voz dulce le pide que cierre los ojos y le guía a tocar un objeto con sus manos. Las manos de Tomás son grandes como las de un panadero y sus brazos tienen poco pelo. El meñique de su mano izquierda está torcido debido a una fractura sufrida durante una pelea entre Tomás y el jinete de un caballo blanco. Tomás empieza a sentir el objeto. Tiene una forma similar a los arcos que forma el viento en un túnel. A pesar de ser precavido durante la exploración del objeto, el dedo chueco de Tomás se lastima. La herida poco profunda derrama gotas de sangre en la arena y mancha el terno de Tomás, quien sigue explorando el objeto. Esta vez decide explorarlo únicamente con sus anulares que son los más sanos y carecen de callos. Empieza a prestar atención incluso a lo que sienten sus huellas digitales que son muy marcadas y se asemejan a un girasol. Tomás jamás descubrió lo que era el objeto.
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