jueves, 24 de diciembre de 2020

Escritura creativa

 CAPIURCO

Por Marlene Guamán

Capiurco, así se llamaba la escuelita del pueblo, una muy pequeña, ajada por el tiempo, no era masivo el alumnado, pero quienes asistían se divertían mucho y no era su intención tener una falta porque lo poco que sucedía en el pueblo sucedía en ella, en la Escuelita de Capiurco.

En la escuelita de Capiurco había 6 profesores y cada uno a más de enseñar desempeñaba otros roles, limpieza, dirección, secretaría, psicología, etc. respectivamente.

Felicia, la profesora de tercero era una chica muy delgadita y su bondad hacía juego con su delgadez, todos los niños la adoraban porque decían que cuando ella miraba fijamente a sus ojos una gran paz embargaba sus corazones, era como si algo saliera de ella y es que esto era un maravilla porque, en aquel pueblito lejano y olvidado en el espacio y tiempo, los niños iban a la escuelita por lo general huyendo de la tristeza de sus hogares, tristeza sí, en aquel tiempo se decía que unos hombres vestidos con botas caminaban día y noche por las montañas, ellos amedrentaban a gente de por el lugar, y se decía que eran déspotas y malos.

En una noche como cualquiera en Punga loma, una pequeña colina del pueblo, un murmullo fuerte se escuchó, así como si pequeñas piedras fueran pateadas, así como si gruesos pies resbalaran con ellas, luego se comenzó a escuchar disparos, debía ser eso, porque por ahí nunca nada de esos ruidos se había escuchado, pero a la llegada de aquellos hombres el pueblo se volvió triste y ya no, nadie alzaba su voz para reír a carcajadas, los únicos ruidos fuertes que se escucharon era los disparos, eso ruidos tan fuertes que reventaron el oído de Luzmila una niña de apenas cinco añitos en una noche en la que saliendo a ver a sus gallinitas vio como una luz fuerte iluminó el pecho de su padre y lo dejó abatido en el suelo, desde aquel día nunca más escucho nada.

Al día siguiente Luzmila sólo lloraba en la puerta de su casa abrazada a su mamá, aquel ser que había iluminado el pecho de su padre había amenazado con ir en la siguiente noche por ellas, entonces Luzmila soltó a su madre de repente y corrió a Capirucho ahí dentro estaba su maestra quien al verla sollozante la tomó en sus brazos y pudo saber todo lo que pasaba.

No había dejado de lado a la niña y de pronto unos hombres irrumpieron en la escuelita, con unas enormes pistolas y a gritos exigían el espacio para hacer de ello su cuartel. Luego de lastimar a algunos de los niños se hicieron hasta el aula de Luzmila, pero la maestra de un solo salto se puso de frente a aquellos hombres tratando de convencerlos de alejarse, ella nada podía hacer porque podría chocar contra la maldad de ellos y la fuerza defensiva de ella.

Los niños estaban muy asustados de escuchar a los hombres los insultos y gritos que proferían a ellos y su maestra, pero Luzmila que no escuchaba nada tomó de la mano a su maestra y cerrando los ojos la abrazó a tal punto que se fundieron una a otra, esto fortaleció el don de la maestra y de repente se vio a las dos en uno cuerpo comenzar a brillar a tal punto que la onda expansiva derribó a los hombres y los sacó del lugar.

Terminado esto las dos cayeron al piso de golpe agotadas, pero los demás niños que acababan de comprender el hecho las rodearon con sus brazos e hicieron que las dos recuperaran el aliento, juntos se abrazaron y entendieron que no hay magia más fuerte que el amor, la unidad y la paz.

Así Capiurco fue testigo de un hecho que por siglos se contó de generación en generación y hasta hoy se escucha de un pueblo muy lejano en donde el amor pudo contra la guerra.

 

 

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