domingo, 4 de abril de 2021

Escritura creativa

Por Vanessa Padilla

Lo que el tiempo se desvanece, se puede medir en tazas de café. Chiquita espera durante horas, llega siempre con mucha anticipación, para recorrer el lugar, descubrir las señales, imaginar a qué ritmo se acercaría, si ella podría interceptarlo en el camino para abrazarlo, o qué iba a decir, quién hablaría primero, imaginaba escenarios distintos, visualizaba si su cabello estaría recogido o suelto, siempre recogido cuando ella lo quiere suelto, y viceversa, el color de su ropa era siempre el mismo, entonces ahí solo para jugar lo imaginaba con un pantalón naranja, esperaba, esperaba, siempre con ansiedad, con ganas de no arruinarlo todo como era costumbre, ¿le faltaba tenacidad? ¿Le faltaba conciencia? No, chiquita sabía que le faltaba porte y edad. Su andar era un trajinar mariposeando por flores cuya miel no saborearía, solo una decisión rotunda, una conexión universal, y un milagro de la Pachamama podrían dejar que sucediera algo distinto a las escenas bochornosas que su tartamudeo generaba. Han perdido el tiempo los dos, siempre ella más, porque llega tan temprano y él es muy impuntual.

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